por Javier Márquez
(Segunda parte). Continuamos en la segunda parte de conociendo a Josué González moderador electo de la Iglesia Menonita Hispana (IMH). Josué en la noche trabaja en el turno del imponente aeropuerto de Miami, el Internacional Airport of Miami; y, en el día, se encarga del crecimiento de la iglesia de Dios.
Su visión es de relevante importancia en el presente de la Iglesia Menonita Hispana (IMH), en los Estados Unidos, además de ser nombrado el próximo moderador de IMH.
¿Cuál consideras que es un tema de discusión que está presente hoy dentro de la Iglesia Hispana Menonita Anabautista?
Necesitamos decirle a nuestros hermanos y hermanas de la iglesia que para el servicio es importante prepararse constantemente. Es cierto que para recibir y aceptar el llamado no es un requisito tener avances estudiantiles de ningún tipo, porque Dios nos llama a todos por igual sin poner prioridad en las personas que han pasado por una universidad o por un instituto, pero no obstante, luego del llamado, cuando no ha sido antes, debemos comenzar a prepararnos para el servicio en temas relacionados con la iglesia y con la palabra.
Pero eso es algo que se le puede decir a todos los miembros, no solo a la comunidad hispana…
Eso es cierto, sin embargo, tristemente dentro de la comunidad hispana nos destacamos por tener el menor nivel de educación. Y eso es algo que se puede corregir fácilmente, solo que primero se requiere de cambiar nuestra mentalidad. Estudiar e inscribirnos en los institutos bíblicos que tienen nuestra denominación y conferencias e iglesias, debe volverse una cultura en todos los niveles de liderazgo y de servicio.
¿Eso está relacionado con tu rol en el comité intercultural de tu conferencia Mosaico?
Indirectamente sí. Ahora, para mí es un reto estar en esa mesa. En ese comité trabajamos por disfrutar todos los beneficios que tiene la conferencia al contar con personas de tan variados países y diferentes culturas. También nos esforzamos por aprender de los tratos interculturales, así como por ver oportunidades que nos permitan afrontar los desafíos de este país, muchas veces racista y excluyente. Ser la voz de la comunidad hispana es una responsabilidad inmensa y ahora estamos trabajando para que cada vez mi comunidad sea más comprendida y tenida en cuenta en papeles que antes no estaban.
Un gran ejemplo es el idioma, las comunidades hispanas nos cuesta más esfuerzo que a otras comunidades no anglosajonas aprender el inglés y esto nos repercute al tener menos participación. En la última reunión me atreví a dar una reflexión directamente en inglés y sé que esto me permitirá tener más participación futura.
Mi reto es ser una voz profética para las comunidades hispanas que debemos prepararnos y salir de nuestra zona de confort para ocupar más lugares de participación en la iglesia y en la sociedad.
¿Qué opinas sobre la respuesta de la iglesia frente a las olas de los inmigrantes?
Muchos en la iglesia somos inmigrantes, pero algo me enseñó la vida: a avanzar. Sé que suena muy difícil. Cuando llegas a otro país cargas muchas cosas; es un camino difícil. Dejaste atrás a tu familia, dejaste sueños y formas de ver la vida. Iniciar es muy difícil. Por un lado, debemos atender como iglesia, esas almas desoladas por la perdida, desesperanzadas y dolidas. Pero no nos podemos quedar ahí, necesitamos ayudar a las personas a dar el siguiente paso que es en dirección a construir una nueva vida en Estados Unidos, porque si te quedas con un pie acá, pero otro atrás, eso hará que todo sea más difícil. En la iglesia necesitamos ser apoyo para dar los dos pasos, el primero y luego el segundo.
Pensemos un momento en Filipenses 4:13, siempre pensamos en esa promesa: «Todo lo puedo en Cristo quien me da las fuerzas». Sin embargo, olvidamos los versos previos que son el contexto que desemboca en esas palabras del apóstol Pablo. Él decía previamente que ha aprendido a vivir en momentos difíciles así como en momentos gratos, en adversidades, en escasez pero también en abundancia. No podemos olvidar que también se trata de aprender y vivir con coraje en el camino, sin perder la fe.