por Marlandani Valladarez Hernández
Marlandani Valladarez Hernández es una joven adolescente de 13 años, quien cursa en la actualidad el octavo grado y es la segunda de tres hijos del primer matrimonio de Dania Hernández, quien es pastora de la Iglesia Menonita Peña de Horeb en la ciudad de Filadelfia, Pensilvania. Marlandani escribió acerca de su proceso de sanación después de la separación de sus padres, cómo su vida cambió, los miedos que tuvo que afrontar a una corta edad; pero, además, como Dios la ha ayudado a superar y ver con otros ojos a las nuevas parejas de sus padres.
¿Alguna vez has tenido un momento en tu vida que pensaste que nunca superarías?
En mi caso fue el divorcio de mis padres. Para mí, mi papá y mi mamá eran la pareja ideal porque se comunicaban bien entre ellos. Mi papá era muy atento con mi mamá le hacía regalos, salían a citas y se veían tan bien juntos. Cuando ellos tenían 19 años, decidieron dejar Centro America y cruzarón la frontera entre Mexico y los Estados Unidos de América e iniciaron una nueva vida en Filadelfia, lugar en donde se casaron años después. El tiempo transcurrió bastante bien para ellos, pues fueron prósperos en esta tierra. Dios fue bueno y los bendijo con la llegada de mi hermano mayor, él lucia muy semejante a mi papá. Un par de años más tarde nací yo la hija del medio que actualmente es su única hija mujer, es interesante cómo mi papá anhelaba un niño al momento de mi nacimiento, pero cuando me vio tuvo un cambio de mentalidad y se alegró con mi llegada. Mi papá comúnmente nos felicitaba a mi mamá y a mí, nos sentíamos amadas. Luego nació mi hermanito menor y con su llegada éramos una familia completa, sana, y muy bendecida en realidad.
Un día todo cambio, mi familia se desquebrajo puesto que mis padres se divorciaron. Al principio tuve muchas dificultades para sobrellevar la separación de ellos, aunque ambos se volvieron a casar. Aún recuerdo el día que mi mamá se casó nuevamente. Su boda fue espectacular, no obstante, no me sentía a gusto. A mi abuela por ejemplo le pareció que la boda era demasiado para ella y en ese momento ella prefirió a mi papá en lugar del hombre con el que mi mamá había salido durante un par de meses y que ahora sería su nuevo esposo. Por aquellos días, no me gustaba mi padrastro porque creía que él estaba reemplazando a mi papá. A pesar de que yo lucia contenta con la nueva unión matrimonial de mi mamá durante toda la ceremonia, solo quería salir corriendo de allí y gritar. Al tiempo mi papá volvió a rehacer su vida, en este caso no desprecié a mi madrastra cuando mi papá se volvió a casar un año después.
Aunque en el fondo de mi corazón todo lo que quería era que mi papá estuviera con mi mamá otra vez.
Al ver que mis padres tenían nuevas parejas, esta situación era una carga difícil de llevar. Para aliviar ese dolor acudí a muchos terapeutas y realice terapias, aunque en realidad no fueron de gran ayuda y creo que, si por aquellos días me hubiesen llevado a un hospital psiquiátrico, tampoco hubiese sido de gran alivio a mi dolor. En cambio, por mi lado, decidí escribir en un diario sobre todas las emociones que tenía, que eran ira, incredulidad y el inmenso vacío de no tener a mis padres juntos. Para hacer más duro mi dolor en aquel momento los amigos que tenía me estaban dejando sola. Me dolía y me hacía la misma pregunta: ¿por qué le pasa toda esto a esta desgraciada niña de doce años? Era como luchar contra demonios y no había nadie para ayudarme, hasta que recordé a mi hermanito menor quien continuamente me molestaba, a veces deseaba que no fuera mi hermano, pero el recuerdo de su sonrisa me hacía sentir que tenía una razón para seguir adelante. Eventualmente entendí que esta iba a ser mi nueva existencia “regular” y, como hermana mayor, debería ser valiente, mostrando ejemplo para mi hermanito menor.
Era momento entonces de no cargar más odio, ni a mi madrastra ni a mi padrastro. No culparlos más. Entendí después de un año que mis padres se llevaban bien con sus nuevas parejas y que ellos avanzaron en contraste conmigo. Creo que mi ilusión, era falsa, consistía en que, si tenía una familia, todo sería como un rayo de sol y un arcoíris, sin embargo, con el tiempo mi único anhelo era ver a mis padres felices y realizados y que no se sintieran obligados de permanecer juntos, pues eso no era saludable para ellos.
Las personas cuyos padres se divorcian pueden identificarse con esta situación. Creo que prácticamente todo el mundo ha vivido un desamor a raíz del divorcio de sus padres. Aunque así es la vida, nunca llegué a pensar a una temprana edad que mis padres se divorciarían. Ello me lleva a reflexionar que nada es seguro, cualquier cosa puede ocurrir. Es por ello que, con mi historia, me gustaría que aquellos que están luchando porque sus padres se divorciaron, se den cuenta de que no están solos, que existe esperanza.
Desde mi perspectiva de hija mujer de padres divorciados, hoy en día con un corazón sano firmemente puedo decir que “si estás pasando por un período difícil, ello mejorará”.
Quiero que todos sepan esto, no solo los hijos de padres divorciados.
De mi dolorosa experiencia a mi corta edad de trece años, también considero que he aprendido mucho en este proceso, en la manera como lo experimente soy única, porque no todos experimentan o reaccionan ante el segundo matrimonio de sus padres de la misma manera que yo lo hice. No todas las personas responsabilizarán a sus padrastros por volver a casarse con sus padres, pero yo lo hice, al final, este reprochamiento me hacía infeliz hasta que me di cuenta de que no podía seguir responsabilizándolos, ya que no era culpa que ellos quisieran avanzar con sus vidas.
Para finalizar, la gente puede aprender de mí que, aunque tuve muchos problemas y emociones como resultado del divorcio de mis padres, no me rendí y me tomé mi tiempo para seguir adelante. Hoy en día me siento feliz con mi padrastro y mi madrastra, ahora los trato como mis amigos. Sin Dios no estaría testificando de esta experiencia, sino que probablemente estaría muerta; ya que Él tocó mi corazón para seguir viviendo. Estoy bastante contenta porque al final del día sigo siendo importante para mis padres.