[English]
Por Jenny Castro
Sandra Pérez, miembro de la Comunidad Menonita de Manhattan (Nueva York), se desempeña en el equipo ministerial supervisor de la ciudad de Nueva York para la Conferencia Atlantic Coast y en el comité directivo del Proyecto de Mujeres en Liderazgo de la Iglesia Menonita de EE. UU. Trabaja y sirve entre diversas culturas equipando a líderes con recursos para construir relaciones a lo largo de la iglesia.
(Iglesia Menonita de EE. UU.) — La madre de Sandra Pérez la trajo a la ciudad de Nueva York cuando apenas tenía ocho meses. Su padre había muerto en Puerto Rico en un accidente automovilístico pocos meses antes. Sus dos hermanas mayores quedaron con una tía con la promesa de que una vez que la familia se asentara en Estados Unidos las enviarían a ellas también. Pero el éxito que su madre buscó en este país fue más difícil de lograr que lo que nadie previó.
“Éramos extremadamente pobres”, dice Sandra sobre su infancia en El Barrio de Harlem del Este. “Tuvimos muchas dificultades en Nueva York”.
Sandra habla de una infancia errante; su familia se mudó muchas veces por ir tras algún empleo y alguna vivienda asequible.
“Cuando la gente me pregunta de dónde soy, le digo que de los cinco barrios, porque me crié a lo largo de toda la ciudad de Nueva York”, cuenta Sandra.
La madre de Sandra tuvo dificultades para proveerle lo necesario a su familia, que cada vez se hacía más grande. Se casó con un marinero mercante que cada vez que estaba en altamar se ausentaba durante meses, y la familia creció en número hasta que Sandra fue una de diez hijos.
“Mi padrastro era alcohólico y mi madre tenía muchos hijos. Era distante y fría. No recibí mucho cariño en el hogar”, dice Sandra. “Pero yo era independiente. Tenía espacio”.
Sandra se describe como una muchacha sociable, optimista. Comparte una historia acerca de un trabajador social que trabajaba con familias del barrio. Sandra sabía hablar tanto inglés como español, de modo que el trabajador social la alistó para que lo ayudara. Antes de hacer sus visitas, él pasaba a buscarla y ella le traducía mientras él trabajaba con las familias del barrio de Sandra.
“La gente me admiraba y me respetaba por realizar este trabajo”, dice entre risas. “Tenía tal vez nueve años”.
Habla de una amiga de la niñez llamada Sonia. Todas las mañanas Sandra pasaba por la casa de Sonia camino a la escuela. La madre de Sonia era amable y reafirmaba a Sandra. Acompañaba a ambas niñas hasta la escuela.
“La madre de Sonia nos tomaba a ambas de la mano, y eso me hacía sentir muy especial”, recuerda Sandra. Luego de la escuela siempre encontraba la forma de volver con Sonia.
“Pienso que su madre entendía lo que le pasaba a la mía”, dice. “Siempre elegí creer lo que ella me decía respecto de quién era yo, en lugar de creer en lo que mi madre me decía”.
La familia de Sandra no iba a la iglesia ni tenía una tradición religiosa. “Pero aun siendo niña sentía la presencia de Dios en mi vida. Siempre tuve una relación espiritual con Dios”, cuenta Sandra.
Sandra creció, se casó y tuvo sus propios hijos.
“A los 22 años tenía cuatro hijos”, dice. “Le estaba agradecida a mi marido porque podía quedarme en casa con los niños cuando eran pequeños. Él era el proveedor. Pero también era alcohólico”.
Llegado el momento, Sandra llegó a ser miembro de la junta de la guardería infantil a la que sus niños asistían.
“En ese momento mi vida tomó otra dirección. Me involucré en política y me volví más activa en la comunidad”.
Sandra dice que aunque criaba niños en la “era hippie”, las tentaciones de la época no la atraían: “No estaba en la droga ni bebía; tenía suficiente felicidad dentro de mí. Toda la gente que me rodeaba consumía y yo siempre era la solitaria que no tomaba nada”.
Poco a poco, la carrera de Sandra despegó.
“Empecé a conseguir empleos”, reflexiona. “Trabajé con la junta de elecciones y con el gobierno municipal. Participé en juntas y me postulé a cargos políticos. Pasé a ser más conocida en la comunidad”.
Con el tiempo, Sandra llegó a trabajar para la oficina del alcalde de la ciudad de Nueva York.
A medida que su carrera se desarrollaba, Sandra recordaba a las mujeres que la habían alentado, que habían sido un ejemplo para ella y que habían creído en ella. Fue así que decidió hacer hincapié en invertir en otros.
“Los temas de la mujer son muy importantes para mí”, dice. “Siempre he procurado ayudar a las mujeres, aconsejarlas, acompañarlas y formar líderes”.
De hecho, fue su pasión por los asuntos de las mujeres lo que la condujo a la iglesia menonita. Una antigua amiga invitó a Sandra a una celebración del Mes de la historia de las mujeres en un encuentro de mujeres menonitas latinas. Sandra sintió intriga y decidió asistir. En la celebración había una presentadora dinámica que, al final de su sermón, hizo un llamado al altar.
“La mujer me invitó a ponerme a los pies de Dios”, cuenta Sandra. “En ese momento me dije: ‘Me parece que Dios me está llamando. Voy a hacer el intento. Seré más activa y veré adónde me conduce Dios’”.
Sandra se bautizó al poco tiempo y en determinado momento oyó que el Comité Central Menonita (CCM) planeaba abrir una oficina de inmigración en la ciudad de Nueva York.
“Cuando leí la declaración de visión y misión de CCM pensé: ‘Esto es lo que he estado buscando toda mi vida’”, dice Sandra.
Sandra trabajó en la Oficina de Inmigración de CCM desde 1998 hasta el 2002 y luego nuevamente desde el 2006 hasta el 2010, cuando se jubiló.
“Sentí que este era mi llamado porque coincidía con todo lo que sentía en el corazón que Dios quería que yo hiciera y con aquello para lo cual toda mi vida había estado preparada a hacer”, dice. “Todo parecía encajar perfectamente. La gente con la que entré en contacto era extremadamente cariñosa, amable y solidaria, no crítica”.
“En retrospectiva, pienso que el hilo conductor de todas las experiencias de mi vida es que todo problema tiene una solución y que uno encontrará la respuesta a cada problema si mira a Cristo. Que hay esperanza en Cristo para un futuro mejor y más pacífico por más oscuro que se vuelva el espacio de uno. Dios siempre te da la luz que te ayuda a superar”.
###
Traducción: Alex Naula, Zulma Prieto
Imágenes disponibles:
Sandra Pérez, miembro de la Comunidad Menonita de Manhattan (Nueva York), se desempeña en el equipo ministerial supervisor de la ciudad de Nueva York para la Conferencia Atlantic Coast y en el comité directivo del Proyecto de Mujeres en Liderazgo de la Iglesia Menonita de EE. UU. Trabaja y sirve entre diversas culturas equipando a líderes con recursos para construir relaciones a lo largo de la iglesia. (Foto provista)
Sandra Pérez (segunda desde la derecha) con (de izq. a der.) Addie Banks, Dave Wenger y Ruth Wenger en la ordenación de Hyacinth Stevens en el 2011. (Foto provista)
Sandra Pérez a los 26 años, en 1970. (Foto provista)