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Recientemente, yo, junto con el resto de la Junta Ejecutiva de la Iglesia Menonita de EE. UU., hicimos el viaje de Borderlinks a México, una oportunidad que la gente que venga este verano a Phoenix 2013 también puede tener. Yo la recomiendo mucho. Mientras estuvimos en México, vimos el muro de 25 pies de altura y conocimos a un guardia de la frontera que nos había estado observando a través de las cámaras de vigilancia. Dimos un paseo por una agencia pequeña sin fines de lucro, que enseña a los niños con sus propios medios mientras los padres trabajan doble turno en las fábricas locales. Conocimos a gente que acababa de ser deportada, expulsada de nuestro país en donde habían vivido por años. Estos hombres y mujeres nos contaron historias de temor, de esperanza y de sueños por una vida mejor.
Esta es una de las historias, la cual le dará una idea de sus vidas: conocimos a un joven de 16 años de edad, quien había tratado de cruzar el desierto, caminando por 5 noches y durmiendo durante el día. A este joven lo atrapó la patrulla fronteriza y lo envió a México, quedando separado por los Estados Unidos de su hermano de 21 años, quien era su guía. El había esperado venir a los Estados Unidos para tener educación más allá de su actual nivel de 5º grado y para trabajar.
Esta historia me hizo caer en cuenta de cuanto damos por hecho en nuestro privilegiado modo de vida aquí en los Estados Unidos, así como de los billones de dólares que gastamos, no dejando que otros realicen el sueño americano y nuestra discriminación encubierta hacia todos aquellos que han nacido en una parte diferente del mundo.
Mientras me preparo para Phoenix, me pregunto como puede la iglesia acoger al extranjero y abrir nuestra imaginación a las vidas del pobre aquí y alrededor del mundo.
Traducción: Zulma Prieto, Jimmer Prieto
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