por Adriana Celis
Charles Dickens una vez escribió algunas cosas nunca mueren, y estas son [1]“la pureza, el brillo, la belleza que mueve nuestros corazones juveniles. Los impulsos de oraciones sin palabras, las corrientes de amor y verdad. Los deseos por algo perdido, el espíritu que clama por un anhelo, los esfuerzos que se convierten en esperanzas; son cosas que nunca mueren”
Martha Corpus Hernández pasó a la presencia del Señor el 11 de marzo de este año, a la edad de 66 años, rodeada de su familia.
“El brillo de sus ojos, su sonrisa y su pasión e integridad en el ministerio son cosas que nunca morirán, pues ella dejó un legado que permanece vivo en aquellos que tuvimos la alegría de conocerla.”
Martha nació un 09 de diciembre de 1957, en Linares, Nuevo León, México. Sus padres fueron Dionisio Corpus y Hortensia Muñoz. En abril de 1977, se casó con Ramiro Hernández con quien tuvo un matrimonio de 46 años, dos hijos, Junior E. Hernández y Eli E. Hernández, dos nueras y diez nietos.
Sin lugar a dudas, el liderazgo, la pasión y la entrega al servicio de Dios son acciones que impactaron la vida de aquellos que tuvieron la oportunidad de conocerla. Estas acciones nunca morirán ya que impactaron, no solo a la iglesia Menonita Hispana en USA, sino también la ciudad de Iowa Washington, donde residía.
Martha realizó actos muy significativos para la obra de Dios, entre ellos, estudios en Goshen College en Indiana y fue pastora de la Iglesia Centro Cristiano por muchos años. Ejerció la secretaría y la docencia del Instituto Bíblico Anabautista (IBA), donde entrenó con fervor, responsabilidad e integridad a líderes y pastores hispanoamericanos. Adicionalmente, sirvió como coordinadora de la Conferencia Hispana Femenil y fue parte activa de la junta directiva de la Iglesia Menonita Hispana. Sin lugar a dudas, Martha vivió una vida extraordinaria dedicada al servicio de la iglesia y de su comunidad. Siempre fue una mujer proactiva y que veía la vida con esperanza, a pesar de los múltiples desafíos que en esta se presentan.
Como dato a resaltar, a Martha le encantaba ayudar a los que se encontraban en necesidad, pues sentía la urgencia de llenar bolsos con sombreros, guantes y cobijas para distribuir, en especial en los meses que llega el crudo invierno, para que muchos pudieran sentir a través de las obras el amor de Dios al prójimo. A ella también le encantaba predicar, cantar alabanzas a Dios; siempre se destacó por ser una guerrera en oración, pero, sobre todas las cosas, por dedicar tiempo de calidad a su familia y sus nietos. Eran de los momentos que Martha más disfrutaba cuando ella vivió acá en la tierra.
Es por ello que desde MenoTicias enviamos un saludo fraterno a su esposo Ramiro y a su familia. Muchas cosas nunca mueren y, entre ellas, están el legado y la pasión que Martha dedicó al servicio por Jesús, haciendo lo que a Él le agrada, ayudando a que muchos se encontrarán con su creador.
[1] Things That Never Die, Charles Dickens, author, and Lee Dangler, Composer. “The pure, the bright, the beautiful and stirred our hearts in youth, the impulses of wordless prayers, the streams of love and truth, the longing after something lost, the spirit’s yearning cry, the striving after better hopes; these things can never die.”