por Javier Márquez
Jimmy Henríquez escuchó que un carro se estacionó frente a su casa y salió a la ventana para indagar lo que ocurría. Era un emisario de la empresa para plagas que el dueño de la casa había llamado el día anterior para revisar un problema de mal olor propagado por algunas zonas de su casa y del que Jimmy y su familia recientemente le habían informado. El señor llamó a la puerta y se presentó, Jimmy y su esposa Idalia le dejaron entrar y el empleado inició a distribuir una serie de ratoneras ubicadas estratégicamente por toda la casa. Un problema menos para Jimmy y su familia… Así habría sido si al día siguiente no hubiese escuchado nuevamente el timbre y, al abrir la puerta, no se hubiese encontrado a un nuevo trabajador de la misma empresa quien le solicitó la autorización para treparse hasta el techo. Asombrado, Jimmy le dejó hacerlo, no sin antes mirar de reojo a Idalia, y fue a vigilar su trabajo. Desde donde observaba, Jimmy ratificó que el empleado se había dedicado a poner trampas en el tejado y después simplemente se bajó por las mismas escaleras y se despidió para luego subir a su carro y marcharse.
Todo estaba solucionado según Jimmy. Durante la noche contó a sus hijos lo sucedido por esos dos días y para todos había sido algo extraño. Al otro día, Jimmy regresó del trabajo y notó que el olor de la casa estaba mejorando y de momento, escuchó el timbre de nuevo. Al abrir la puerta descubrió un trabajador nuevo, de la empresa para plagas, que venía a su casa a resolver el problema de los ratones.
«¡hasta tres personas para resolver el mismo problema, en tres días distintos y enviados para lugares diferentes de la casa! En mi país eso es impensable…», terminó diciéndome.
Al contestar una llamada que le hice a Jimmy cuando lo buscaba para una entrevista, por su tono de voz, la primera impresión que me dejó fue su capacidad de impresionarse al igual que de imprimirle un ánimo motivante a las cosas.
Jimmy Henríquez es un padre de familia, sus hijos están todos en la edad adulta y él ha trabajado por muchos años en Honduras como recientemente en los Estados Unidos, recogiendo y archivando un buen número de experiencias tanto en su servicio a Dios como en su vida entera. Como alguien que lleva años entrevistando y hablando con personas relacionadas al servicio de la iglesia cristiana, uno se encuentra con muchos tipos de líderes que atienden de maneras diferentes a personas como yo, los periodistas, entrevistadores o sencillamente preguntones, que llamamos porque creemos que hay algo importante por contar o por entender.
Para clasificarlos es un lío, del que por cierto prefiero rehuirle, siempre he guardado escepticismo por las clasificaciones porque creo que pretenden embarcar demasiado y desconocen por naturaleza los renglones y bordes que siempre dejan escapar y, aun en esos pocos casos que parecieran que tienen éxito, una persona que se dedica a lo que yo me dedico tendría que estar igualmente prevenido. El tema justamente yace siempre en los renglones y en los bordes. Por ese motivo, en vez de categorizarlos, puedo brindarles una serie de descripciones muy resumidas:
Aunque no todas las personas a las que entrevisto son pastores, me limitaré a ellos.
Hay pastores que te responden con mucha atención, los que son oportunos con sus respuestas a la hora de proponer momentos adecuados para una cita y quienes incluso se emocionan con la invitación a un podcast o a una colaboración escrita. Están los otros: con quienes hay que subir al calvario para lograr cinco minutos de cruz. También están quienes atienden el teléfono porque creen que es su deber, pues lo consideran parte de su voto de servicio y un ejercicio de mansedumbre. Y están los otros: a ellos no hay que buscarlos mucho porque simplemente te estrellan el teléfono. También están quienes primero quieren saber las preguntas para llegar preparados para la charla y suelen ser asertivos en sus respuestas, así en ocasiones sean como una costilla en un caldo: sin mucha carne… pero finalmente resultan brindándote su tiempo y sus respuestas. Y obviamente, también están los otros: quienes aceptan, pero tienen más preguntas para ti que las que tú tienes para ellos y finalmente pretenden ser los autores, editores (incluso censuradores) de lo que creas. Y finalmente, están los que te atienden como el mejor invitado en su sala, así sea una llamada o una reunión por zoom, se presentan y han dispuesto un tiempo adecuado y un lugar relajado para recibir tu llamada, te responden las preguntas e incluso volcán la charla hacia zonas no previstas pero que logran incluso ser más interesantes que lo que habías preparado y al final te despides con una sensación de realización profesional y agrado irremplazables. Y obviamente, también están los otros…
Con Jimmy me encontré desde el primer momento con un pastor emocionado con la entrevista.
Él entendía que nuestro trabajo también era un paso hacia delante en su nuevo ministerio.
Me contacté con él porque recientemente la conferencia Mosaico ha iniciado el proyecto de una nueva iglesia en Bradenton, Florida y él es el pastor líder de ese proyecto. Es una iglesia hija de Seguidores de Cristo, la congregación liderada por el pastor Juan José Rivera.
En la charla me permitió escuchar sus sentimientos, sus inquietudes y sus visiones a futuro. También hablamos de su pasado y de su vida presente. Narró algunas anécdotas que le habían sucedido en este país del que no conoce mucho más que un par de ciudades y algunas oraciones en inglés, pero al que ha llegado movido por un sentimiento de crecimiento ministerial.
No digo que todos los pastores deberían atender las entrevistas como el pastor Jimmy, finalmente cada quien es y actúa a su manera y tampoco considero que los líderes de la iglesia nos deben algo por tratar de desarrollar este trabajo que está creado y dedicado para la iglesia. Pero sí digo que es una fortuna encontrar en el proceso seres tan íntegros y cuyo espíritu está alineado con su quehacer.