Por Javier Márquez
Esta es la quinta parte de la serie biográfica de Samuel Moran y Ofelia López “Samuel y Ofelia los Guatemaltecos.”
Luego de aquel largo, intenso y difícil año sirviendo en Quiché de Sololá, irían aconteciendo una serie de episodios peculiares que los llevarían de un sitio a otro, acumulando experiencias, ganando y perdiendo, hasta que terminaría viviendo en Oregón, EE.UU, con su familia, su cuñada y 14 personas más. Samuel recordaría cada uno de los acontecimientos como una sucesión de milagros.
Otro milagro más
Como aviso del destino, Samuel de 23 años y Orfelia de 21, se mudaron a la Ciudad capital de Guatemala a vivir precisamente en la Colonia Milagro, era el año de 1982. Como sucede en cada guerra, las zonas periféricas de las grandes ciudades viven un proceso de rápido poblamiento debido a todas las personas que llegan huyendo de esta. Colonia Milagro ya era una zona marginal para entonces, y debido a la demanda de hogar, no era fácil encontrar donde vivir.
Finalmente se pasaron para la casa de uno de los ancianos de la iglesia quien salía de la colonia por amenazas. Era una colonia en expansión, ninguno de los servicios estaba totalmente cubierto, las calles no estaban terminadas, el transporte era reducido y el agua había que recogerla diariamente de un pozo. Samuel Morán y Orfelia López se preguntaban qué podían hacer allí desde la iglesia y decidieron hacer lo más obvio, dadas las circunstancias, que era prestar servicio social.
Por lo tanto, se contactaron con un ministerio de los EE. UU. llamado Feed the Children, el cual comenzó a proveerles maíz. Samuel y Orfelia, y personas de la nueva congregación conseguían el resto de provisiones. Así fue como se fundó el Centro Nutricional para Niños, donde más de 100 niños recibían cena hasta dos veces por semana. También comenzaron a realizar jornadas médicas, donde contaron con el voluntariado de médicos. Cuando comenzaron a publicitar la jornada número 1, el volante decía que la atención era gratis, Samuel esperaba que acudieran unas 50 personas, pero cuando abrieron la puerta de la iglesia el sábado de la jornada se encontraron con una multitud de casi 1,000 personas haciendo cola.
En estas jornadas médicas, servicios de alimentación para niños y pastoreo se dedicaron los siguientes años de las vidas de Samuel y Orfelia.
En un momento durante esos años de pastoreo Samuel Morán fue llamado para ocupar el puesto de Superintendente General en la Junta de pastores, cuya función era organizar, supervisar y cuidar de un total de 60 pastores y 70 congregaciones a lo largo y ancho del país de Guatemala. También dirigió el programa del seminario bíblico e hizo entrenamiento para predicadores en el distrito. En ese puesto creó un fondo para ayuda de pastores que trabajaban en la ruralidad y, bajo su dirección, el ministerio de mujeres agarró vuelo. Eso fue durante 4 años.
«Yo veía que amigos pastores viajaban, ya mis inquietudes de salud se habían marchado y, en ese contexto, un miércoles, lo recuerdo muy bien, sentí en mi corazón orar por los EE. UU. Así comenzó y se pasó la semana, cuando aquel domingo que fui a la iglesia Central a predicar, un amigo pastor se acercó a mí y me contó que me buscaba porque quería que yo participara en la Conferencia Mundial de Pastores que ese año se realizaba en los EE. UU. Pero no era una invitación fácil de tramitar debido a la visa…». Comenta Samuel.
«En ese entonces para viajar a los EE. UU. te pedían una solvencia económica que nosotros no teníamos, una serie de papeleo que tampoco y propiedades en el país». Samuel contaba con un amigo que trabajaba en el consulado a quien recurrió por ayuda, pero no fue mucho lo que podía hacer desde su puesto; sin embargo, Samuel se dedicó a hacer lo que estaba en sus manos, reunió los papeles con los que sí disponía y se dispuso a ir a la embajada el siguiente jueves. Al llegar, a su lado estaba un joven que tenía todos los papeles en regla, pero a quien finalmente no le aceptaron la visa, por eso Samuel pensaba que su caso era incluso más perdido, hasta que fue su turno en el cubículo y para su sorpresa recibió el sello de aprobación. Un milagro más.
Estuvo por un poco más de una semana en los EE. UU. y allá hizo una serie de contactos. Después de esto, Samuel viajaría un par de veces más con el fin de buscar financiación para las iglesias, así fue por unos meses, de ida y vuelta. Entonces sucedió que, en uno de sus viajes, cuando volvió de los EE. UU. a su país y llegó al siguiente día a su oficina, se encontró con la noticia que, sin previo aviso, sin que nadie lo llamara o lo notificará de alguna manera, su puesto había sido ocupado por otra persona.
El siguiente mes será publicado el último capítulo de la primera parte de esta serie sobre la vida de Samuel Moran y Orfelia López.