por Marco Güete
En un viaje, este año, alguien nos dijo a mi esposa Sandra y a mí: “estén preparados van para un pueblo que es un horno con un calor infernal.” Estábamos preocupados por el calor que nos esperaba. Después de 6 horas y de 23 km caminando en un terreno casi plano haciendo el Camino de Santiago, llegamos a Hornillos del Camino, una ciudad al norte de España. Para nuestra sorpresa el clima no estaba caliente, más bien estaba un poco frio, era el mes de mayo. Dormimos en ese lugar una noche. La gente cuando no conoce ni ha estado en algunos lugares se imagina cosas y, en este caso por el nombre Hornillos pensaban que era caliente como un horno. La realidad es que el nombre surge porque había en la antigüedad en el Siglo IX muchos hornos de alfarería, hoy esos hornos no existen.
Mi esposa y yo pensamos que llegaríamos a una población muy profunda quizás bajo del nivel del mar. Pero no fue así. La ciudad estaba asentada en un valle al lado de una montaña. Lo que descubrimos al día siguiente, era que teníamos que subir y después bajar la montaña para seguir el camino a la siguiente población llamada Castrojeriz, que se encontraba a 19km. Subimos y subimos a paso lento para así conservar nuestras energías, parecía que la cumbre era inalcanzable, por fin después de un largo tiempo llegamos a lo más alto de la montaña. El paisaje frente a nosotros era como si fuera de otro mundo, casi divino, una belleza enloquecedora, no hay palabras para describirlo.
Mi esposa no se pudo contener y muy emocionada comenzó a alabar a Dios en voz alta, a cantar himnos de adoración y danzar mientras bajamos. Algunos caminantes se contagiaron con la alegría de ella. Para poder ver ese esplendor de la creación de Dios, tuvimos que sufrir subiendo, quemar energías, sudar y superar cualquier desanimo. La iglesia y sus instituciones es como una montaña para subir, explorar la creación y maravillas de Dios.
La iglesia, las conferencias y las instituciones de nuestra iglesia Menonita son un imaginario para nuestra mente. No son lo que eran en el pasado ni serán en el futuro lo que son hoy. La iglesia se parece a un lugar desconocido cuando planeamos hacer un viaje, antes de ir lo imaginamos y soñamos, cuando llegamos al lugar encontramos las cosas diferentes. Dios está constantemente haciendo cosas nuevas, transformando y renovando lo viejo, así también lo hace con su iglesia, la iglesia somos nosotros. El imaginario de la iglesia se nos desaparece cuando encontramos y creamos cambios.