por Adriana Celis
La palabra integridad suele estar de moda por estos días y se escucha con mucha fuerza en predicas, en influencers a través de redes sociales, en discursos políticos y hasta en comerciales que ofertan pautas publicitarias. Lo cierto del caso es que, es una palabra que tiene una connotación amplía, especialmente en el aspecto cristiano-religioso, pues su mensaje busca impartir una gama de valores que sean el reflejo honesto de la vida de una persona. A todo esto, ¿qué significa integridad?, ¿cuál es la clasificación de esta palabra?
Según su origen latino, proviene de la palabra integritas o integratis, que en su aspecto más amplio significa estar completo o estar en un estado de no contaminación. Ahora bien, en el transcurrir de la vida, en algunas ocasiones, poner en práctica esta palabra va más allá de un mensaje de domingo o de una charla motivacional, ya que la integridad engloba la intención de mantenerse intacto o alejado de lo que lo que pueda llegar a contaminar o dañar al ser humano en la totalidad de su ser. De ahí la importancia de ver la integridad como un faro que irradia luz propia, debido a que nos ayuda a desarrollar resiliencia y resistencia para mantenernos firmes ante los mares embravecidos que trae la vida misma, además, sin esta, es muy difícil navegar la vida. Bien lo dijo C.S. Lewis, el escritor y teólogo británico, “«La integridad es hacer lo correcto aun cuando nadie te está observando».
Entonces, si la integridad es una virtud fundamental para la vida y nos mantiene alejados de hacer lo incorrecto; aún llama a hacer lo correcto cuando nadie lo percibe mediante los sentidos, en particular el sentido de la visión: ¿por qué muchas veces vemos que la injusticia, el abuso de poder se toma nuestras comunidades de fe?, ¿qué podemos hacer para construir iglesias más completas y puras que traigan reconciliación entre la víctima y los victimarios?,
¿cómo podemos prevenir los traumas que causan la falta de integridad a la que se ven sometidos muchos creyentes?
Pues bien, frente a estos interrogantes, algunas de las posibles respuestas es identificar las clases de integridad y la ausencia de estas en la construcción de comunidades de fe más sanas y completas. Para ello, existen muchas clases de integridad pero nos enfocaremos en las más coloquiales como lo son: la integridad moral, la integridad financiera y la integridad en el pastorado; además, abordaremos cómo la iglesia puede ver cambios significativos en las comunidades de fe, si se logra entender e incorporar estos conceptos de integridad. En este sentido, en la segunda parte de esta serie, podremos compartir con nuestro invitado, el profesor Jaime Pitts de Anabaptist Mennonite Biblical Seminary (AMBS), quien desde su amplia experiencia, nos cuenta acerca de las clases de integridad y cómo estas pueden aportar a la construcción de paz que estableció el Señor Jesús.