Por Javier Márquez
-¿Cómo mis raíces influencian mi espiritualidad y mi vivir con otros? ¿Cómo influencian mi forma de ver a Dios y de practicar la reconciliación, vertical, horizontal, con la tierra y conmigo?-
Desde el presente
Hay fotos que no han sido pero que existen en el cesto del destino aguardando para ser tomadas por alguna de las cámaras de Jardely Martínez, que puede ser o una Lumix GF-2, o una Cannon T5 o una analógica t-70. Y ella, como buena fotógrafa, cuenta sus memorias al estilo de los poetas, creando imágenes con el uso de la palabra.
Hace poco más de dos años vive en Guatemala, un pequeño país de Centroamérica que se ubicó a propósito en ese espacio del mundo, cuya cartografía les da la razón a las cinturas latinoamericanas, para aprovechar lo mejor de lo mejor del clima. Guatemala es un país que no hace rotación de su personal climático y por lo tanto vive siempre en una perpetuidad de la primavera. O sea, es una tragedia, para los pingüinos, pero como en Guatemala no viven los pingüinos, es un placer para las demás especies vivientes.
La memoria es la siguiente:
Cuando Jardely apenas desempacaba su equipaje que traía de Colombia y se instalaba en el país de Guatemala, una de las cosas que eran impostergables por motivos claramente obvios era el uso del transporte público. De ese modo un día de esos Jardely se subió a un bus interdepartamental. Son los buses de Guatemala una flota de escolares estadounidenses, que han dejado de ser amarillos para ser mejorados con una identidad folclórica de colores en cantidades como los fuelles de un acordeón, y dispuestos luego del uso anglosajón para una segunda oportunidad en esta tierra en manos de los guatemaltecos. Solo con echarles un vistazo, ya le añadía a la experiencia de Jardely algo de esplendor colorido en comparación con los buses bogotanos. A esos buses se les conoce con la palabra chompiperos. Pero cómo se ven no es ni cerca lo más interesante de los buses; lo más interesante, y que al escritor de este texto lo maravilla, es que el vestido de festividad que exhiben los colores es un anuncio de algo mucho más profundo que dice mucho de esas gentes y que acontece en el interior del bus.
Jardely entra, entrega el dinero del pasaje; se sentirá como en un bus turístico, encontrará una silla vacía, la sentirá grande y acolchonada, y distraerá su mente en el tipo de cosas con las que ella suele distraer la mente. Después se pondrá a andar el bus, se detendrá de nuevo, recogerá más pasajeros; súbitamente una señora se parará junto a Jardely, pero apenas por un segundo…, en el siguiente segundo, imprimiendo una fuerza sin remordimiento, precisa y entrenada, la señora empujara a Jardely hacia el fondo, abriendo el espacio preciso en la silla, y se sentará junto a ella. Ya son tres en una silla de dos. Esto pasa de nuevo, y entonces se han vuelto cuatro en una silla de dos. Así, los guatemaltecos le dicen al mundo, o todos en la silla o todos en el suelo.
En el Blanco habitan todos los colores
El suceso habrá hecho que a Jardely se le alisaran por la electricidad corporal sus crespos caribeños, pero nunca habría conseguido que se espante, porque aquí viene una característica que es propia a ella, algo que es uno de los puntos centrales de la telaraña que se puede entender como su personalidad, y que es una brújula, en su vida sin mapas, y eso es el amor, y en su versión más sofisticada, el amor y el deseo, de conocer personas de otros sitios, culturas distintas, colores nuevos.
Jardely es una mujer de 24 años, soñadora, pero que no obstante tiene ese aire de atender la vida como si fuera navidad en la mañana, cuando el árbol está lleno de regalos, todos cubiertos de la vista bajo el papel, porque de esa manera ha encontrado la respuesta de Dios sobre su porvenir, “No tengo nada bajo control, sé que Dios tiene un gran regalo para mí”, responde cuando se le pregunta por sus planes hacia el futuro, “en blanco, no sé qué viene en mi futuro”, pero vive confiada, “Dios en mi vida se ha encargado de abrir y cerrar puertas”.
Transformaciones
Poniendo atención detallada al movimiento interno de sus mareas, Jardely ha vivido a 100 cada experiencia en su trabajo de servicio con el MCC, donde es la coordinadora de los programa de enlace, lo que quiere decir que su equipo de trabajo son personas de todos los continentes del mundo, el tema de los idiomas siempre está a flor de discusión, y lo más natural es que de un momento a otro, como tratándose de algo tan corriente como rascarse la nariz o amarrarse los zapatos, alguno de sus compañeros, si no ella, salga con un disparate que sin embargo deba interpretarse como lo más normal del mundo para aquella alma.
Entonces aburrido, su trabajo nunca es, y menos cuando lo equiparas con su vocación de ser humano enamorado –sí, Jardely vive enamorada-, siempre curiosa por conocer otras almas, dispuesta a abrir su corazón, y encontrando el rostro de Dios en cada sitio, en cada persona, incluso, aunque suene como una odisea, en cada momento.
Pero Guatemala ha sido distinto a sus otros viajes. En Guatemala ella reconoce que ha vivido una transformación integral, y yo sé que debe tenerse miedo cuando una artista usa la palabra integral, porque puede estar hablando de tanto, que abarca desde el trono de la divinidad hasta las profundidades encendidas de la tierra. Lo irónico es que para ella ha sido aprender a poner en su vida ‘polo a tierra’. Ella siente que en su vida está entrando a una nueva etapa de adultez, y se siente tranquila en un sentido, porque lo está haciendo en un terreno donde están al mismo tiempo todas las cosas que ella quiere: El trabajo comunitario, la iglesia, la reflexión de la palabra, el arte y los sabores.
Hacia el pasado
Desde muy niña se le despertó ese interés por los muchos colores que Dios tiene y que se ven reflejados en la infinidad de personas y culturas que en el mundo existen. Entre sus 9 y 10 años, cuando sus padres Luz Elena Franco y Diego Martínez, pastores de una iglesia de los Hermanos Menonitas en Bogotá, se tomaron un semestre sabático, se fue a vivir a los Estados Unidos por un periodo corto con la comunidad Jubilee Partners en Comer, Georgia. Comunidad anabautista que recibe refugiados de todo el mundo y que tienen practicas comunitarias como la de no depender de casi nadie a la vez que dependen enteramente de ellos mismos como comunidad, porque cultivan su propia comida y todas las necesidades básicas las solventan entre ellos, casi todas, porque nadie ha sabido que en la comunidad Jubilee Partners se organice su propia copa mundial de futbol ni su propio festival de la leyenda vallenata.
Aproximadamente una década después, cuando Jardely volvió a esa comunidad como trabajadora voluntaria, la sacudió la revelación de que todos esos sitios que en su infancia eran inmensos ahora se veían mucho más pequeños, pero sintió de inmediato el sabor de aquel lugar, que es el sabor que tienen todos los hogares del mundo.
Más adelante también hizo un tiempo de servicio misionero en Guadalajara, México, por medio de Centro Mateo, allí conoció comunidades menonitas conservadoras en el norte de México. Estas experiencias, además de nacer y crecer en Colombia, un país tan multicultural como los mencionados, le despertaron un amor por las fronteras, “abrió mis ojos a una comunidad global, a un cuerpo de Cristo global, amplió mi sentido de comunidad”.
En el trabajo difícil y no siempre exitoso de rastrear el carácter de una persona como Jardely hasta sus momentos originarios, uno debe detenerse por un tiempo en el ambiente familiar. Como escribía anteriormente, sus padres son pastores y por lo mismo Jardely creció en un espacio de muy poca privacidad, donde tuvo que aprender a compartir la vida con muchas personas y sobre todo con sus hermanas mayores. Muy involucrada con su comunidad eclesial y barrial, allí se encubó en ella ese amor por la ayuda a las circunstancias de los otros, el amor por el servicio que ha motivado cada uno de sus viajes.
En Guatemala, aprendiendo y compartiendo con una sociedad distinta a la colombiana, con raíces bellamente preservadas desde los tiempos de los mayas, Jardely formula las siguientes preguntas: ¿Cómo mis raíces influencian mi espiritualidad y mi vivir con otros? ¿Cómo influencian mi forma de ver a Dios y de practicar la reconciliación, vertical, horizontal, con la tierra y conmigo?
Como decía al comienzo, existen fotos que ya fueron en la materia del destino pero que esperan a que una de las cámaras de Jardely las haga nacer por fin en la materia de la historia, una de ellas es la que ella publicó en su cuenta de Instagram el pasado 30 de julio. Es una foto de mercado cuya montaña está formada por una gran cantidad de tomates, cebollas, aguacates, pepinos, champiñones, alverjas, habichuelas…, rojos, verdes, blancos, morados, naranjas, negros, amarillos. Ella dice como dando una pista sobre ella misma: “mi casa está llena de colores tierra mientras mí estilo artístico es más de colores vivos”, pero después corrige: “para un proyecto reciente, pintando un volcán, encontré que los corinto, mostaza, terracota y azul rey, que son colores del fondo de la tierra también son colores vivos”. Y ha publicado recientemente una foto donde se ha pintado en los parpados los colores primarios: el amarillo, azul y rojo. Entonces uno lee en su Instagram: Fotografía, tú eres la sombra del sol.