por Carlos Martínez García
El libro del profeta Isaías proclama el advenimiento y la natividad del mesías. Nos anima para que no desmayemos en la espera del redentor, sino asegura que la esperanzadora expectativa de nuestra salvación será plenamente cumplida en quien, como afirma Colosenses 1:15, “es la imagen del Dios invisible”: Jesús.
Alrededor del año 760 antes de Cristo nació Isaías. Vino al mundo en Jerusalén, y su padre fue Amoz, quien no debe confundirse con el profeta de nombre similar, Amós. Éste, originario de Judá (reino del sur), desarrolló su ministerio profético en el reino del norte, aproximadamente en los años 760-750 antes de nuestra era.
Isaías inicia el escrito que lleva su nombre afirmando que tuvo una visión, la cual transmite a su auditorio. Las primeras palabras del profeta son una denuncia del estado que guardaba la sociedad del reino del sur. Esas palabras debieron molestar a quienes las conocieron entonces, particularmente a las élites políticas, económicas y religiosas: “Toda cabeza está enferma, y todo corazón, doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas ni vendadas ni suavizadas con aceite” (1:5b-6).
Ante el desolado panorama que describe, Isaías anuncia que habrá un tiempo de restitución y un reinado muy distinto a todos los conocidos. En el capítulo dos reafirma que ha tenido una visión. Quien encabezará el reino mesiánico que visualiza “juzgará entre las naciones y reprenderá a muchos pueblos, y volverán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (2:4).
En línea con Isaías está la conocida canción de John Lennon, Happy Christmas (War is Over), un deseo de paz y vida contra la muerte sembrada por sangrientos conflictos bélicos (https://www.youtube.com/watch?v=631xkOpTYUg).
Isaías recurre varias ocasiones a la contraposición paz/guerra y exalta la primera como marca identitaria del Mesías, quien llegará de forma insólita para quienes esperaban impusiera su reinado mediante conquista militar. De forma antitética a tales suposiciones, Isaías dice que “saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor (…) y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja” (11:1-2 y 5-7).
Los autores de los evangelios canónicos vieron cumplidas en Jesús el Cristo las visiones mesiánicas de Isaías.
Así, por ejemplo, cuando Mateo escribió sobre las circunstancias en que se dio el nacimiento de Jesucristo, aseguró que sucedió así “para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta (Isaías), cuando dijo: ‘He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel’, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:22-23).
En cuanto a Marcos, justo después de sus líneas iniciales, en las que dice “Principio del evangelio de Jesucristo, hijo de Dios”, refiere lo siguiente: “Como está escrito en Isaías el profeta: he aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”. Lo que hace Marcos es citar a Isaías, en la sección que conocemos como capítulo 40, versículo 3.
Isaías 40 inicia con tiernas palabras de consuelo: “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios”, que siglos después tomaría Händel para la primera parte (titulada “La profecía salvífica de Isaías”) de su oratorio El Mesías. En la primer aria de la magistral obra musical, el tenor canta “Comfort ye my people” (https://www.youtube.com/watch?v=RmknWYFr6Xk).
Tras las palabras de Isaías citadas por Marcos, el profeta hace una descripción poética de lo que sucederá con la llegada del Mesías: “Todo valle sea alzado y bájese todo monte y collado, y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria del Señor, y toda carne juntamente la verá (…) He aquí el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro. Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” (Isaías 40:4-5 y 10-11).
El evangelista Lucas también leyó a Isaías apuntando en sentido mesiánico hacia Jesús. Cuando María recibió la noticia de que engendraría al Mesías, le son dichas por parte del mensajero Gabriel palabras de que deberá llamar a su hijo Jesús/Emanuel, porque “éste será grande, y será llamado hijo del Altísimo, y el señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. En lo anterior el médico Lucas estaba citando Isaías 9:7.
Por su parte en el evangelio de Juan leemos acerca de la singularidad de Jesús, quien dijo a la gente creyera que él era la luz, y quienes no aceptaron sus palabras ni acciones mesiánicas fueron comparados con los incrédulos en tiempos de Isaías: “Pero a pesar de que (Jesús) había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor? Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan, y yo los sane. Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él” (Juan 12:37-41).
El profeta Isaías vuelve a describir el antimilitarismo del Mesías y su reino de justicia, libre del dominio dictatorial.
En su visión describe el fin de la violencia que cobra vidas cotidianamente: “Porque todo calzado que lleva el guerrero en el tumulto de la batalla, y todo manto revolcado en sangre serán quemados, pasto del fuego. Porque un niño no es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro, y se llamará su nombre admirable, consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite” (Isaías 9:5-7ª). Hermosa y conmovedora la visión de Isaías