por Patricia Urueña Barbosa
El encuentro con otras culturas: encuentro con la vida
Mirando retrospectivamente nuestro caminar y el ministerio de mi esposo y mío por más de 30 años de compromiso y servicio en la obra del Señor, podemos decir que nunca imaginamos que responder al llamado de Dios nos fuera a traer tantas bendiciones, felicidad, realización, gratas sorpresas y también retos, temores, angustias, aflicciones y dolor. Nuestro caminar con el Señor empezó desde la Universidad, siendo muy jóvenes, de unos 19 o 20 años, sin experiencia en la vida y menos en el ministerio. Sin embargo, éramos tan apasionados en llegar a ser discípulos de Cristo que no pensamos en el costo que podría tener la decisión de dedicar todo nuestro tiempo, dones y energías a la obra del Reino; no alcanzamos a dimensionar las bendiciones que íbamos a recibir ni los padecimientos que íbamos a sufrir.
Con el paso de los años de trabajo ininterrumpido, podemos decir que hemos cumplido, aunque todavía no hemos llegado a la meta, como dice el apóstol Pablo en Filipenses 3:13-14, porque falta todavía mucho servicio y camino por recorrer. En este tiempo de servir a Dios y a la iglesia involucramos también a nuestra hija e hijos. Ha sido un servicio a Dios como familia y ha sido y es una bendición poder hacerlo de esta manera, pues nuestra hija e hijos han sido los primeros testigos de este compromiso y consideramos que esto ha sido un referente formativo muy valioso para sus vidas.
En este caminar hemos sido huéspedes en nuestra tierra y hemos sido hospedados por otras culturas cuando salimos para servir en otros contextos. Fuimos huéspedes mientras servimos en Colombia por unos 17 a 18 años y luego fuimos hospedados por otras culturas en nuestro tiempo de servicio en Ecuador, Costa Rica, Canadá y Estados Unidos. Encontrarse con otras culturas es encontrase con la vida, porque es un encuentro que trae vida, se comparte la vida, se generan acciones de vida y se defiende la vida.
Jesús es nuestro modelo e inspiración en este caminar, en este interrelacionamiento cultural. Como lo relata el evangelio, Jesús fue a la región gentil de Tiro y de Sidón, en territorio de frontera, quizá para descansar de la muchedumbre, pero su esfuerzo por pasar inadvertido fue infructuoso porque una mujer quien oyó de él, fue a él y con fe profunda se postra a sus pies, como lo relata Mr. 7:24-30. Jesús expande los límites de su ministerio más allá de lo imaginado por él mismo, cuando expresa en el v. 27 que su mesianismo es para el pueblo de Israel, pues primero debe alimentar a los hijos, los judíos, y no está bien echar el pan a los perrillos, símbolo de los gentiles. Jesús se deja persuadir por la mujer, quien le suplica que su hija sea liberada del mal. En otras palabras, la mujer clama a Jesús que su mesianismo, expresado en liberación del mal, llegue hasta su hija; la mujer desea que allí, en este territorio de frontera, fuera de Israel, su progenie también alcance la liberación, que recupere su vida y su dignidad de ser persona libre.
Por esta acción de fe de la mujer, su petición es concedida, su hija es liberada. Esta mujer se constituye en un modelo para nosotros de amor por su hija, porque su progenie alcance su liberación del mal, también es un ejemplo de persistencia, un ejemplo de apertura al otro, al extranjero, al extraño. En su encuentro con Jesús se genera vida y liberación.
En nuestro encuentro con otras culturas en Ecuador y en otros países como Costa Rica, Canadá, Estados Unidos o en la misma Colombia, donde hay diversidad de culturas en las diferentes regiones del país, también hemos visto como se ha generado vida y liberación en muchas personas, familias y situaciones, hemos tratado de responder a las necesidades del contexto, hemos aprendido muchas cosas y nos ha tocado des-aprender otras.
Lecciones aprendidas
Apertura para dialogar con otras culturas:
Nuestra primera asignación como obreros de la Consociedad conformada por la Red Menonita de Misión, las iglesias Menonitas de la Conferencia de los Llanos Centrales de Estados Unidos y la Iglesia Menonita de Colombia, fue apoyar la capacitación bíblica y teológica entre los pueblos indígenas. Comenzamos a dialogar con la perspectiva indígena, a aprender de su forma de entender y vivir su realidad. Aprendimos a mirar más las convergencias que las divergencias, a recibir inspiración de su forma de relacionarse y de cuidar la tierra, la casa y del respeto y sumisión a la comunidad. Una vez, uno de nuestros estudiantes indígenas nos dijo admirado: «Nosotros también somos anabautistas, vivimos en comunidad, somos pacifistas y procuramos ser seguidores de Cristo».
En cuanto a la cultura mestiza, aprendimos a respetar su manera de ser y a entender la vida, aprendimos a caminar a su ritmo, a no imponer ni nuestro ritmo ni nuestra cultura ni nuestra manera de entender el mundo, sólo necesitábamos caminar juntos/as y procurar entendernos. Aprendimos a ser autocríticos con nuestra propia cultura, cuando tuvimos la oportunidad de ir a Colombia, nos dimos cuenta de que había una resignación al contexto violento, lo cual permeaba en cierta medida la agresividad en las relaciones sociales, mientras que la cultura ecuatoriana era más cálida y tranquila.
Mantener criterios firmes acerca de la identidad anabautista:
Cuando llegamos a Quito estuvimos muy atentos a la orientación de amigos misioneros que habían servido en Ecuador por más de 30 años. Ellos nos animaron a formar iglesias con identidad anabautista Menonita y no que plantáramos una iglesia evangélica más, sino que aportáramos al contexto ecuatoriano con el trabajo por la paz y en favor de los más empobrecidos y marginados. Así fue como surgieron varias congregaciones Menonitas en el contexto ecuatoriano.
El trabajo por la paz derrumba barreras religiosas:
Uno de los principales aportes del testimonio anabautista, y muy valorado por otras confesiones religiosas, es el trabajo por la paz. Nos encontramos y pudimos trabajar junto a otros hermanos y hermanas de otras confesiones de fe en torno al trabajo por la paz. Lo que nos unía era dar un testimonio de paz y no dejamos que nuestras diferencias nos alejaran. Creyentes de otras iglesias y denominaciones querían aprender cómo ser agentes de paz en sus contextos eclesiales y barriales, cómo trabajar la mediación y la reconciliación; muchos trataban de encontrar en sus orígenes algo del pacifismo que caracteriza a los anabautistas, otros se dejaron contagiar y comenzar a trabajar propuestas para construir una cultura de paz. Por supuesto que nosotros también aprendimos mucho de otras confesiones de fe, como su amor por la obra del Señor, su perseverancia y su deseo de compartir su fe con otras personas, su organización. Crecimos como creyentes al trabajar juntos y juntas y dar un testimonio de unidad y de paz.
Sensibilidad a las necesidades del contexto y tratar de responder a ellas:
Otro de los consejos de nuestros amigos y orientadores cuando llegamos a Ecuador fue que nos ubicáramos en un sector donde no hubiera otras iglesias y donde nos encarnáramos y pudiéramos contribuir a las necesidades del sector. Por esa razón la Iglesia Menonita de Quito está ubicada en el sector del Inca, un sector en donde hay pandillas, familias disfuncionales, migrantes, alto nivel de alcoholismo, violencia intrafamiliar, embarazos de niñas preadolescentes y adolescentes, drogadicción y delincuencia. Tratando de dar una respuesta integral a las necesidades del sector comenzamos a trabajar varios proyectos: el Proyecto de Educación para la Paz, que es un trabajo conjunto de la iglesia con la comunidad del barrio, orientado a prevenir la violencia en la niñez y adolescencia y construir cultura de paz con principios cristianos; el Proyecto de Servicios Menonitas, que apoya a niños y jóvenes con cursos de inglés, servicio de internet y orientación en tareas mientras sus padres están trabajando; el Proyecto de Atención a Refugiados procura atender de forma integral las necesidades de las personas provenientes de varios países que buscan refugio en Ecuador, especialmente personas provenientes del conflicto armado en Colombia. El proyecto apoya a familias con mercados mensuales, subsidia pequeños proyectos productivos, ofrece ropa, subsidio médico y cubre otras necesidades básicas a más de 200 familias anualmente.
Flexibilidad ante el llamado:
En nuestra experiencia, siempre estuvimos dispuestos a reorientar nuestro ministerio en la dirección que Dios nos mostraba, no nos quedamos estancados en lo que se nos había asignado por parte de la consociedad, no nos resistimos a lo que Dios podía hacer para responder a los retos del contexto.
Siempre el propósito fue y debe ser responder a las exigencias, los retos, los desafíos que como comunidades de fe enfrentamos en los diferentes contextos, como comunidades de fe comprometidas con la extensión del Reino de Dios, que transforma las realidades de violencia, de injusticia, de sufrimiento, de opresión, de deterioro de la creación, de exclusión y de muerte, de acuerdo al evangelio, de acuerdo al proyecto de Dios para la humanidad. Si nos preguntamos por los criterios según los cuales deben efectuarse esas transformaciones, tenemos que decir que son los valores del Reino, la práctica de la justicia, la misericordia, la verdad, la solidaridad, la inclusión, la paz, el cuidado de la creación; entre otras acciones dignas del Reino.
¿Y qué de nosotros y nosotras? Como la mujer sirofenicia, ¿estamos dispuestos y dispuestas a escuchar a Jesús, a venir a él, postrarnos a sus pies y clamar, orar, comprometernos con el Reino para que nuestros hijos e hijas sean liberadas del mal, para que seamos liberados de tantos males que aquejan a nuestras sociedades, para que los demás pueblos y culturas puedan encontrar vida en Jesús? ¿Estamos dispuestos a abrirnos a otras culturas, a aprender de ellas, a acercarnos al extraño, al extranjero, dialogar, enfocarnos en lo que nos une y no en lo que nos diferencia?