por Adriana Celis
Fernando Ramos cuenta con gracia y con algo de timidez que él se parece a un coco. Si, al fruto llamado coco que proviene de las palmas caribeñas. Le preguntamos «¿cómo es esto posible? ¡un coco!»— exclamamos entre sorpresa y risas—.
Resulta que mientras entrevistábamos a Fernando y le preguntábamos «¿como se describe usted? él nos dijo: permítanme les comparto, “me describo como un coco”; y nos explico mediante una anécdota sus razones. Cuando Fernando venia manejando una tarde, en una de estas grandes autopistas que componen las llamadas express acá en los Estados Unidos, de camino a su casa, después de haber participado en una junta de la Comisión de Alcances de la Conferencia de Central Plains, en la cual sirvió por un tiempo, venia charlando con su acompañante al volante, quien era el director de la comisión de nombre Marvin Yoder. Le dice Fernando: «sabes que hoy me sentí como un coco, porque soy de color moreno por fuera y blanco por dentro». Marvin le pregunto «¿cómo es esto?», con gran sorpresa; Fernando le explicó: «lo que pasa es que, aunque tengo raíces latinas, nací y fui criado acá en los Estados Unidos, además el entorno donde crecí y me eduque fue uno totalmente anglosajón».
Pues bien, Marvin no pudo contener la sorpresa y rompió en risas y pidiendo disculpas le explicó a Fernando que él no se estaba burlando de él, ni mucho menos estaba siendo irónico o sarcástico, al haber escuchado su historia y haberse reído; sino, al contrario, le causaba admiración y gracia, puesto que había escuchado algo similar de otra persona tiempo atrás cuando Marvin tuvo la oportunidad de servir en Japón como misionero. Sucede que cuando Marvin fue misionero en aquel país asiático, una persona que vivía allá le comentó que él se sentía como un plátano, la razón por ser amarillo por fuera pero blanco por dentro, haciendo alusión que se sentía físicamente una persona asiática pero interiormente anglosajón como en este caso se sentía Fernando.
Raíces latinoamericanas
Fernando Ramos nació en Texas en 1961, en una familia muy trabajadora de origen mexicano. Aunque sus padres también nacieron acá en este país, sus abuelitos nacieron en México, en la bella ciudad turística de San Luis de Potosí. Un lugar que ofrece una bella biodiversidad natural, un bioma. Está rodeada del verde de sus arboles y de su ecología. Esta ciudad esta localizada al norte de México y es cercana con los estados de Nuevo León y Tamaulipas.
Su familia, en especial sus padres, emigraron desde Texas hacia Illinois en busca de mejores oportunidades laborales. Se acentuaron en aquel Estado donde Fernando a pasado la mayor parte de su vida. Allí conoció de la fe cristiana y rindió su vida a Dios. Cuenta Fernando que su primer acercamiento con la fe, fue en una iglesia bautista de la ciudad donde vivía. Al ver su papá y su mamá la entrega y devoción con la que servía en su comunidad de fe, ellos fueron profundamente inspirados y decidieron también congregarse allí y rendir sus vidas a Dios.
Nos cuenta Fernando que su vida ha estado marcada e influenciada por la cultura de la cual hace parte. Si bien, y como nos comentaba la historia del coco más allá de lo graciosa que pueda sonar, es la realidad de la cual forman parte muchas personas que nacen y crecen en los Estados Unidos; ya que, por un lado, el color de su piel muestra la inmensa riqueza cultural que es innegable y llevan en su sangre y, por otro lado, se puede evidenciar que su cultura no es la misma del resto de latinoamericanos por su idioma o la forma como se expresan y piensan. Sin lugar a duda es todo un reto, del cual él ha podido sobrellevar bien en el trascurrir de su vida. Su padre, como muchos padres preocupados por la educación y por la conservación del idioma español como herencia racial, lo persuadió para que estudiará español y lo mantuviera como un legado.
Es por esto que Fernando tomó el consejo de su papá y decidió aprender esta bella lengua, que es una lengua amplia y muchas veces compleja. Y, aunque el español tiene una base teórica que lo une, existen varias variantes que lo hacen diverso. Bien lo dijo el novel de literatura colombiano Gabriel García Márquez: «No puede decirse en qué lugar se habla un mejor español, porque no hay un castellano, sino muchos».
Pastor y moderador de la IMH
Decidió entonces él servir a Dios en el pastorado. Con el pasar del tiempo escuchó de la fe anabautista que se practica en las iglesias menonitas y se identificó con los conceptos de paz y justicia. Por tal motivo decidió prepararse y lo hizo en el Instituto Bíblico Anabautista IBA en donde recibió fundamentos sólidos y firmes. Ha sido pastor por mas de 30 años. En la actualidad es pastor de la iglesia menonita Casa de Oración en Davenport en Iowa y sirve como moderador de la iglesia menonita hispana IMH.
Nos comenta que, pese a que aprendió español como segunda lengua, a veces se siente tímido al hablarla, por la misma razón de que este idioma es amplio, diverso; sin embargo, ha sido testigo de la gracia, la paciencia y la sabiduría que proviene del cielo, pues ha aprendido ha sobrellevar y superar cada reto. Un día a la vez, una palabra a la vez.
La gran fidelidad de Dios
Cuando hacemos memoria de lo grande que es la fidelidad de Dios, las palabras se quedan cortas para expresar nuestra gratitud hacia él. Fernando ha sido testigo de ello en todos estos años de pastorado; ya que es una vocación, un llamamiento que no es nada fácil, quien diga que es fácil tal vez no lo ha vivido en su plenitud. Son muchos los retos que vencer, la resiliencia que hay que desarrollar y la valentía para permanecer en integridad con Dios y con el entorno que nos rodea. Por tal razón, nos comparte que en estos años en donde ha ejercido el pastorado, si bien es cierto que los estudios teológicos que adelantó le ayudaron enormemente, pero estos no lo han sostenido; solo ha sido sostenido por la fidelidad, el amor y la guía que brinda Dios mediante su Santo Espíritu en medio de sus preguntas y los constantes retos.
Finalizamos esta grata conversación en donde entrevistamos a Fernando, reflexionando: Dios es fiel, fiel a su palabra. Los seres humanos, como es natural, cuestionamos, cambiamos, argumentamos, debatimos y expresamos nuestros pensamientos; lo cual para nada es nuevo, puesto que la humanidad siempre ha sido humanidad. Algunas veces, buscamos tener la razón, aun por encima de la palabra de Dios, citando teorías, perspectivas y diversos puntos de vista. Lo cierto del caso es que, frente a todo ello, a Dios nada lo sorprende y tampoco nada, ni nadie lo manipula. Por tal razón, mantengamos nuestros pensamientos alineados con Él, sabiendo, como dijo Fernando, «somos el resultado del ambiente y la cultura, pero no nos convirtamos del color de las expresiones de los demás, sino al contrario, seamos el reflejo de un Dios sencillo, amoroso y justo que constantemente nos invita a vivir para Él».