Este artículo es parte de la iniciativa de la Iglesia Menonita de EE. UU. El costo de la pobreza: Aprenda, ore, únase. Lea en inglés aquí.
Erick Josue Martinez nació en el corazón de Los Angeles, California. Rodeado de inmigrantes, creció con la idea de que no siempre encajaría en el molde que otros dispusieran para él, pero que tampoco era el indicado para resolver el problema. Viene de una familia hermosa y fue criado por inmigrantes. Erick asiste a Goshen College, con el sueño de convertirse en un planificador de finanzas y ayudar a las personas sin recursos de su comunidad. Quisiera vivir la vida para la que sus padres sacrificaron las suyas, y solo desea hacer del mundo un lugar mejor para todos. Erick intenta fusionar el conocimiento que ha logrado en la iglesia con sus estudios para poder trabajar con otros, de manera que ellos puedan lograr sus objetivos.
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La pobreza en los EE. UU. es un reflejo del poco juicio en la toma de decisiones y la crueldad de las personas con poder. Vivimos en el país más rico del mundo, lo cual hace que el hecho de que hayan personas que se mueran por pobreza, se parezca a una opción escogida.
Me doy cuenta de que ser un hispano con formación académica es un privilegio, así que hago mi mejor esfuerzo por transmitir el conocimiento que he logrado, pero es mucho más fácil decir esto que hacerlo. Muchas personas dentro de mi comunidad no pueden acceder a los beneficios de nuestra sociedad capitalista debido a su condición legal.
Recuerdo que en una oportunidad estaba ofreciendo un curso en una iglesia local, donde estaba intentando convencer a mujeres hispanas que vivían en una vecindario de bajos recursos a impulsar sus propios emprendimientos. Estaba explicándoles acerca de los préstamos que necesitarían, los beneficios esperados y cómo mantener a sus empresas a flote, pero todo mi impulso se detuvo con una sola pregunta.
“Todo esto parece muy emocionante, pero ¿pueden solicitar estos préstamos las personas que no son ciudadanos americanos?”
Recuerdo que todos giraron para verme con la misma mirada desesperada en sus rostros, mientras yo permanecía en silencio. Mis esfuerzos fueron aniquilados debido a una situación que estas mujeres no podían controlar.
El sueño de comenzar sus propias empresas fue derrotado, simplemente porque no habían nacido en el mismo país que yo.
Este único factor sencillo evita que millones de personas en los EE. UU. logren realizar sus sueños. Se estima que en 2019, 3.2 millones de inmigrantes manejaban sus propias empresas. Me lleva a pensar en cuántos de ellos se enfrentaban al mismo hecho al que se enfrentaban estas mujeres. Esto me obligó a transformar la forma en que intento ayudar a las personas que están en desventaja. Yo quería devolverle a mi comunidad de cualquier manera posible, y esta era una forma que se relacionaba directamente con mi juventud.
Yo me crié en una comunidad hispana colmada de los hombres y las mujeres más trabajadores que jamás he conocido, pero todos estaban al borde de perder todos sus bienes. Esto se debía, principalmente, a factores que estaban completamente fuera de su control.
Aun puedo recordar cuando mis tíos perdieron su hogar en 2008, y no podían hacer nada para evitar que pasara. Las personas con poder han causado desastres tan horrorosos para millones de personas, y la culpa cayó en personas como mi familia.
Cuando se desarrollaron las vacunas para COVID-19, muchas personas no podían costear el dejar de trabajar para recibirla. Nunca deja de sorprenderme que tengamos personas en este país que trabajen 16 horas diarias pero aún así no logran proveer un futuro para sus seres queridos. Estas personas están a la merced de las quienes están más arriba, y ellos los perciben solo como un nombre en un pedacito de papel.
La pobreza en los EE. UU. no se trata de una red digna de ciudadanos sino de las herramientas que tienen a su disposición. Las personas que nacen con desventajas sociales tendrán que esforzarse solo para existir. Es por ello que vemos a comunidades negras y marrones que se derrumban delante nuestro. Según Statista.com, el 15.7% de los hispanos se enfrentan a la pobreza, así como también el 18.8% de americanos negros. Están en una desventaja natural, aun siendo ciudadanos del país más rico del mundo. Brindar cualquier tipo de asistencia a las personas de estas comunidades podría tener un efecto significativo en sus vidas, pero debido a que no hay incentivos para los gobiernos o corporaciones para hacerlo, debemos depender de ciudadanos individuales que asistan a otros de manera privada.
Me crié en una iglesia en Oak Cliff, un vecindario que muchos consideran una “zona difícil”, quizás la más “dura” de Dallas County, Texas. A pesar del temor que enfrentaba mi comunidad, nuestra fe anabautista nos motivó a velar por las necesidades de nuestra comunidad. Mi pastor, quien además es mi madre, se aseguró de enseñarnos a involucrarnos con nuestra comunidad y a dar lo mejor de nosotros mismos para mejorar el mundo a nuestro alrededor.
Diseñamos paquetes con medias y ropa interior limpias, productos de higiene y comidas saludables para personas que estaban sin hogar. Comenzamos a hacer esto después de que mi mamá llegara a la conclusión de que muchas congregaciones solo parecían cuidar de los menos afortunados durante las fiestas, y limitaban su generosidad a la distribución de alimentos. Mi iglesia se aseguraba de que nuestros esfuerzos se prolongaran mucho tiempo después de los meses festivos y hacía más que solo mantener a varias personas con el estómago lleno por un día. Se aseguraba de expresar que cuidábamos de las personas de nuestra comunidad y nos impulsaba a ser la mano ayudante de quien la necesitara.
La pobreza en los EE.UU. es una plaga que pareciera no tener cura, pero este no es el caso. Las personas que tienen privilegios y poder deberían ofrecer sus capacidades para ayudar a los necesitados. Solo contamos con una vida en esta tierra, y sería malgastarla si los demás a nuestro alrededor no pudieran disfrutar de la vida como lo hacemos nosotros.
Los anabautistas pueden usar las palabras literales de Dios para provocar un cambio en el mundo. Podemos seguir las palabras de Proverbios 22.9: “El que es generoso será bendecido, pues comparte su comida con los pobres”. (NVI)
La Iglesia Menonita de EE. UU. Lo alienta a usted y a su congregación a participar en la iniciativa El costo de la pobreza: aprender, orar, unirse como una forma de aprender más sobre el tema de la pobreza desde perspectivas teológicas y prácticas, así como aprender a participar.
Encuentre los próximos seminarios web y formas de participar en: mennoniteusa.org/ministry/peacebuilding/learn-pray-join/cost-of-poverty/.[/minti_box][/vc_column][/vc_row]
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