Las congregaciones luchan con cuestiones de conciencia a raíz de asuntos migratorios
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Por Hilary J. Scarsella
ELKHART, Indiana (Iglesia Menonita de EE. UU.)—A medida que las congregaciones de todo el país se comprometen con asuntos de inmigración y se relacionan con personas indocumentadas, algunos se encuentran frente al interrogante de discernir si Dios los llama a desobedecer la ley o seguir las leyes del estado.
“Todos queremos amar a nuestro prójimo, y todos queremos ser ciudadanos fieles a la ley”, dice Anne Mitchell, pastora de una congregación menonita. “Cuando se debe decidir entre demostrarle amor a una persona indocumentada y obedecer la ley, algunos no están seguros de qué hacer”.
Algunos menonitas creen que desobedecer la ley va en contra de una vida de fe, agrega Nelson Kraybill, pastor de la misma congregación.
Mitchell comparte que uno de los miembros de la congregación que había sido indocumentado fue arrestado y encarcelado el año pasado.
“Fue devastador para su familia y para todos nosotros”, dice ella. “Enseguida la llevaron fuera de la ciudad, y la iglesia fue tras ella para apoyarla. Gracias a Dios, la liberaron del centro de detención del estado, luego de una vigilia de oración que realizó la congregación”.
“Su arresto sacudió mis convicciones y las de otros también”, dice Kraybill. “Cuando las leyes nos exigen acciones que causan daño al vulnerable y necesitado, el primer cambio de dirección que debemos hacer es buscar modificar la ley. No vamos a desobedecer la ley inmediatamente”.
Sin embargo, en el caso de la inmigración, Kraybill cree que las leyes podrían volverse más punitivas. “En algún punto, nuestra resistencia a la ley se convierte en un testimonio profético según Hechos 5.28-32, donde los apóstoles dicen: ‘Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.’ En circunstancias inusuales, debemos acatar esto”.
John D. Roth, profesor de historia de Goshen College (Indiana) y director de la Biblioteca Histórica Menonita, comparte sus pensamientos desde la historia menonita sobre desobedecer la ley.
“En los comienzos del movimiento, en el siglo XVI, se acusaba a los anabautistas de ser terroristas porque su negación a obedecer la ley (no prestar juramento ni bautizar a los recién nacidos) socavaba todo orden social”. Desde entonces, explica Roth, los anabautistas han sentido una fuerte necesidad de convencer a la sociedad de que ellos realmente respetan la ley.
“Al mismo tiempo, los anabautistas han sostenido una fuerte tradición de estar dispuestos a romper la ley del estado para defender sus principios de fe”, dice Roth. “El principio fundamental de que a veces los cristianos, en discernimiento con otros hermanos y con la iglesia, pueden violar o desobedecer públicamente la ley como acto de conciencia cristiana es un patrón muy cimentado en la tradición anabautista”.
Kraybill continúa su reflexión: “Lo ideal sería que [las personas no documentadas] hubieran podido llegar aquí por medios legales. Es la manera que se prefiere. Pero la lista de espera es demasiado larga para que el seguimiento del curso legal sea de algún beneficio. Sus hijos se criarían en medio del hambre. Además, hayan llegado como hayan llegado, están aquí. Están en nuestros vecindarios e iglesias, y necesitan trabajo y comida”.
La Comunidad Menonita Shalom de Tucson, Arizona, tuvo que debatir estos interrogantes en la década del ´80 cuando muchas personas indocumentadas huyeron de las guerras en América Central hacia su región, y el gobierno estadounidense se negaba a otorgarles la condición de refugiados.
Bryce Miller, el pastor de Shalom, explica que su comunidad fue una de las iglesias que les ofreció refugio a estas personas.
“Hubo mucho desacuerdo sobre este tema en la iglesia, y muchas personas dejaron de asistir”, dijo Miller. “La congregación de Shalom que permaneció adoptó la postura de recibir y proteger a refugiados latinoamericanos”.
Miller señala que Shalom modificó sus estatutos para reflejar esta postura y agrega que el tema “aún está muy presente para nosotros como iglesia e individuos”.
“La ley de Arizona que considera la presencia de personas no autorizadas como un crimen de Estado, conocida como Ley SB 1070, establece que toda persona que asiste de cualquier manera a los indocumentados también puede considerarse responsable”, dice Miller. “Esto hace resurgir los principios fundamentales sobre cómo nos comportamos como iglesia, y cómo nos relacionamos con nuestros amigos y vecinos. ¿Debemos preguntar sobre la condición migratoria de cada persona que se acerca pidiendo ayuda? ¿Preguntarle a cada persona que desea asistir a las reuniones? El discernimiento en estos temas es permanente para nosotros y aún más para nuestros hermanos y hermanas Latinos sin documentos. Permanecemos comprometidos con ser iglesia para aquellos que son nuestro prójimo”.
André Gingerich Stoner, director de testimonio integral y relaciones entre iglesias para la Iglesia Menonita de EE. UU., dice: “Cuando reflexiono sobre este tema, me pregunto: ‘Si tu hijo se está muriendo de hambre, ¿está bien robar un poco de pan?’ No puedo condonar el robo en general, pero en circunstancias extremas, los padres pueden hacer eso para salvar a su hijo. La inmigración es un asunto complicado, pero muchos de nuestros hermanos y hermanas están cruzando la frontera para poder alimentar a sus hijos. Yo no creo que Dios los condene por ello.
“Yo creo que cuando Jesús se encuentra con una persona, no se pregunta si está aquí en forma ilegal. Jesús ve a cada persona como alguien creado a imagen de Dios, que merece ser tratado con dignidad y respeto. Como seguidores de Jesús, ese debería ser también nuestro punto de partida”.
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Traducción: Cristina Horst de Robert, Zulma Prieto