por Adriana Celis
Parece que Cristian Alemán siempre supo que en algún momento de su vida podía perder la vista, pero esa realidad nunca lo apartó de seguir adelante. Originario de Brownsville, Texas, Cristian nació en el seno de una familia inmigrante mexicana de fe católica y, más adelante, con el pasar de los años, se convirtió al anabautismo. Desde muy joven siempre ha sido devoto a la música, esta ha sido su aliciente más grande, ya que, desde pequeño, en la casa de sus padres, escuchaba los ritmos latinoamericanos de su México lindo y querido, que van desde los boleros románticos, rancheras y, por qué no decirlo, también el rock en español. Este amor y pasión por la música lo ha llevado a desempeñarse como ministro de alabanza y adoración en diferentes iglesias menonitas y ahora en el ministerio como coordinador de alcance y director de música bilingüe del College Mennonite Church en Goshen Indiana.
Durante toda su vida ha tenido una condición especial es sus ojos conocida como «ojos flotantes», algo así como miodesopsias o cuerpos flotantes. Una condición oftalmológica que en la mayoría de los casos no representa una condición grave o seria en la vista del paciente. Sin embargo, en este año, en particular, empezó a sentir algunas molestias más allá de lo habitual. En una visita regular a su médico en el mes de abril, los exámenes de rutina mostraron algo inusual en su visión, se trataba de unas rupturas en su retina. En los días siguientes, luego de ser analizados muchos exámenes clínicos, los médicos le recomendaron a Cristian ser intervenido para evitar un daño que repercutiera de manera permanente en su retina.
En las horas previas a la intervención quirúrgica, Cristian se sintió seguro y tranquilo. Lo que realmente fue duro para él y su familia llegó semanas después cuando inició el proceso de recuperación. ¿Por qué sanar duele aunque sea beneficioso para nuestra salud? En este caso, durante las tres semanas posteriores a la cirugía, Cristian debía dormir en posición boca abajo para que sus retinas tuvieran una recuperación más efectiva.
Cristian nos cuenta que «desde que era pequeño sabía que esta situación por la que tuve que pasar, un día pasaría; lo que no sabía era cuándo pasaría». La posición de su cuerpo boca abajo le ayudó a sanar, pero durante este tiempo sentía fuertes dolores musculares, especialmente en su cuello. También experimentó como sus otros sentidos se hacían más reales o por decirlo de cierta forma, cómo era más consciente de que ellos estaban ahí.
Por ejemplo, el sentido de la audición se volvió más intenso, cualquier ruido, por pequeño que fuera, era percibido más rápidamente. Lo mismo sucedió con los otros sentidos, el tacto, el olfato y el percibir los alimentos en su boca fue algo que desarrolló con más intensidad.
«Uno se vuelve más consciente, dice Cristian, aprendí durante esos momentos, donde todo era oscuridad y precisamente cuando debía estar en total quietud, que quería volver a apreciar los colores que cada día traen los amaneceres. Fue en un momento que pensé: ¿qué pasaría si me quedara ciego, y no pudiera volver a ver, en especial, la tonalidad de la luz del amanecer que se funde con el verde del pasto; la gama de colores que traen los atardeceres. Quise en ese instante volver a apreciar el rostro de mi esposa Marisol, que durante esos días me daba aliento cuando mis fuerzas desfallecían; ver nuevamente los ojos de mis hijas y volver a leer la palabra de Dios. Aunque sean cosas que se vuelven tan cotidianas, porqué a veces no se les da el valor que se merecen».
«En ese punto donde puedes estar en completa oscuridad fue cuando realmente empecé a apreciarlo todo y a dar gracias a Dios por cuán bendecido y afortunado era y por poder percibir continuamente la fidelidad de Dios en mi vida».
El tipo de experiencia que vivió Cristian le hizo ser más empático y compasivo con aquellos que han perdido la visión o que han nacido con este tipo de necesidad especial; personas para los cuales esta experiencia es difícil de padecer, más aún en países donde existe tanto estigma social, odio y burlas al respecto.
Bien lo explicó para la BBC Mundo, Rodolfo Masto, presidente del Instituto de Ciegos de Milán, cómo es enfrentarse a perder la vista, el miedo que se puede llegar a experimentar: «El miedo a la oscuridad está dentro de todos nosotros. Cuando veo a mis hijos, que tienen la necesidad de que todo esté oscuro para poder dormir. Se trata de una oscuridad deseada y controlada. Pero cuando hay una oscuridad que no puedes medir ni controlar, viene el miedo».