Por: David Araujo
Yo me considero una persona de tradición—muy apegado a formas y métodos convencionales. La tradición es algo muy bueno y el mantenernos en lo familiar y conocido nos da un sentido de certeza en un mundo lleno de tanta incertidumbre. Sin embargo, cuando se trata de cosas espirituales y lo que Dios tenga para mí, no quiero errar y encontrarme resistiendo a Dios en nombre de la tradición.
Dios ha bendecido grandemente a la Iglesia Menonita de EE. UU. en años recientes. Esas bendiciones fueron enviadas por Dios pero hay que entender que eran bendiciones para el ayer y hoy necesitamos buscar nuevas bendiciones de Dios para el presente. Esto va a requerir que nosotros, los que tenemos oído para oír, oigamos lo que el Espíritu de Dios dice a la Iglesia y estemos a la expectativa de lo que Dios quiera para la iglesia del siglo veintiuno.
Es parte de la naturaleza humana el aferrarnos a lo que conocemos y el cambio para muchos de nosotros es difícil de asimilar; especialmente si ese cambio llega inesperadamente y se siente forzado. El cambio también puede ser difícil de aceptar por quienes están contentos con el estado presente de la vida.
En el evangelio según Mateo capítulo 9:14 leemos que los discípulos de Juan el Bautista cuestionaron a Jesús con las siguientes palabras: “¿Cómo es que nosotros y los fariseos ayunamos, pero no así tus discípulos?” Esta pregunta nos da a entender que a los ojos de muchos, lo que Jesús y sus discípulos hacían estaba en contra de la manera en que los discípulos de Juan, los fariseos, y los maestros de la ley acostumbraban hacer las cosas. Ellos estaban acostumbrados a seguir la tradición, lo ortodoxo, según lo entendían o se les había enseñado.
En Mateo 6:16-18, Jesús instruye a sus discípulos sobre la manera correcta de ayunar cuando les dice: “Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que éstos ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino solo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará”.
En éste capítulo 9, versos 3-11, vemos que los maestros de la ley y los fariseos mostraron su desacuerdo con Jesús cuando ellos cuestionaron a los discípulos diciéndoles “¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y pecadores?” La falta de aprobación por parte de los fariseos hacia Jesús es porque Jesús estaba rompiendo con la tradición de como un hombre de Dios debería comportarse en presencia de “pecadores”.
Jesús acababa de compartir una cena con Mateo el recaudador de impuestos y otros “pecadores” que se unieron a la mesa. Esto se consideró no-apropiado y muy escandaloso por parte de quienes se apegaban a las tradiciones, no importándoles cuan erróneas estas fueran.
Cabe mencionar que muchos comentaristas bíblicos notan algo muy importante en la pregunta de los discípulos de Juan el Bautista. Aunque los discípulos de Juan eran un grupo muy aparte de los fariseos y los maestros de la ley, ellos continuaron practicando muchos aspectos de la ley, de la misma manera que las practicaban e interpretaban los fariseos. Un ejemplo perfecto de esto es la manera de ayunar públicamente igual que los fariseos y maestros de la ley. ¿Habrán tradiciones y prácticas que debemos analizar porque quizás ya no son útiles sino estorbos que ocupan espacio en nuestra denominación, en la cual Dios desea derramar nuevo vino?
A pesar de esto, el versículo 15, Jesús respondió a la pregunta de los discípulos de Juan de la siguiente manera: “¿Acaso pueden estar de luto los invitados del novio mientras él está con ellos? Llegará el día en que se les quitará el novio; entonces sí ayunarán”.
Jesús consideró la cena en casa de Mateo el publicano una cena de bodas y sus discípulos los invitados del novio. Acuérdense que en Juan 3:29, Juan el Bautista dijo estas palabras: “El que tiene la novia es el novio. Pero el amigo del novio, que está a su lado, y lo escucha, se llena de alegría cuando oye las voz del novio. Esa es la alegría que me inunda. A él le toca crecer y a mí menguar”. Animo a que veamos nuestra convención en Phoenix como una boda en la cual algunas tradiciones se dejan para poder formar una unión en la cual se crearán nuevas tradiciones y buenos recuerdos en la familia de la fe.
Estas palabras de boda y novios traen a la memoria otra ocasión en Juan 2:1-6, en la cual Jesús y sus discípulos fueron invitados a una boda en Caná de Galilea. Allí también Jesús, simbólicamente rechazó la tradición y el antiguo pacto, cuando utilizó 6 tinajas de piedra que se empleaban para una ceremonia judía de lavamientos. Si esas tinajas hubiesen estado llenas de agua, listas para una ceremonia judía, Jesús posiblemente no las hubiera usado. Siendo que estaban vacías, él pidió que se llenaran de agua y así realizó su primer milagro al convertir esa agua en el mejor vino. Es necesario tener nuestras manos vacías y nuestros corazones abiertos para que Dios pueda depositar en nosotros vino nuevo. Vengamos a Phoenix 2013 con un espíritu de gran expectativa, dispuestos a recibir el vino nuevo del reino de Dios.
—David Araujo es pastor de la Iglesia Menonita del Buen Pastor en Goshen, Indiana. Nació en Guadalajara, Jalisco, México. A los dieciséis años de edad conoció al Señor en la Iglesia Cristiana Menonita en Chicago. David se graduó de Goshen College en 1995 con un grado doble en Ministerios Hispanos y Comunicaciones. Él es miembro de varias organizaciones de traductores e intérpretes profesionales, y está sirviendo la Iglesia Menonita de EE. UU. como coordinador de interpretación para la convención en Phoenix este julio.
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