Por Adriana Celis
Alfonso Alvarado llegó a los Estados Unidos de América, en medio de muchos sueños y al mismo tiempo de muchos retos. Originario del Salvador, dejó su familia, su cultura para adentrarse en una aventura que lo llevaría a ser pastor, y más adelante plantador de iglesias, una tarea que para nada es fácil y menos cuando el viento sopla ferozmente en un vasto océano.
Un día saldré del Salvador y dejaré de comer frijoles
En sus años de juventud, Alfonso soñaba impetuosamente con viajar a Estados Unidos, tierra de libertad, esa querida Norte América que se vislumbraba lejana en los libros de geografía del colegio donde cursaba el bachillerato, pero cercana al mismo tiempo en sus sueños mientras dormía. Anhelaba ardientemente dejar el Salvador, tal vez, por la falta de oportunidades que deja la violencia y la guerra tras su paso, por ello se repetía constantemente, un día saldré del Salvador y dejaré de comer frijoles… lo cuenta entre risas y llantos ahora en su residencia en Harrisonburg, Virginia, donde vive con su esposa y sus dos hijas; 20 años después de haber cumplido el sueño de pisar tierras norteamericanas.
Mientras nos concede esta entrevista para MenoTicias, la pregunta brota… ¿extraña los frijoles de su pueblo? ¿qué tiene las hamburguesas gringas que no tienen la comida local de su pueblo? ¿cómo no sentir nostalgia por dejar su país natal y llegar a una nación diferente?
El tema del racismo también cava profundamente
“El tema del racismo también cava profundamente, no solo por tener un color de piel diferente sino por no hablar la misma lengua, compartir la misma cultura y no hacer las cosas en el modo exprés o inmediato como se hace en este país, que corre sin descanso.”Entre carcajadas nos comenta “claro que extraño los frijoles de mi pueblo… son palabras que uno dice, pero no sabe el peso que estas pueden llegar a tener años después… cuando arribé a los Estados Unidos me sentía como dicen en mi pueblo natal como “pollito comprado”, es increíble, era algo que anhelaba profundamente, pero una vez acá la perspectiva cambia y es por el miedo y la vergüenza de sentirse inferior en un país de enormes edificios, imponentes compañías y grandes avenidas… el no tener amigos es un reto enorme ya que el ser humano nació para ser parte de una comunidad. Dicen que los días pasados fueron mejores y si que los fueron en especial en esos momentos uno siente un profundo anhelo de volver a comer su comida natal, como se extrañan esos buenos platos que eran preparados con tanto cariño, son muchos los pensamientos que se tienen cuando se llega a esta tierra.” Comenta el pastor Alvarado: “El tema del racismo también cava profundamente, no solo por tener un color de piel diferente sino por no hablar la misma lengua, compartir la misma cultura y no hacer las cosas en el modo exprés o inmediato como se hace en este país, que corre sin descanso.”
Empleado en una fábrica de procesamiento de pavos
Con el paso de los días, una vez en los Estados Unidos tierra de oportunidades el pastor Alfonso tuvo un camino muy diferente al de sus sueños de juventud, en un principio tuvo que desempeñarse como empleado para una fábrica de procesamiento de pavos, otros trabajos de exigencia física y son en esos momentos que el sueño americano se siente muy inalcanzable y lejano, son muchos los retos que trae consigo vivir acá, pero por cada reto Dios lo ayudaba y fortalecía día tras día, ya que la vida es como estar en un océano donde siempre habrán fuertes olas y grandes vientos y sin poder escapar de estos. Es como tener varias vidas.
Se abrió la puerta con la Iglesia Menonita
Con fuerza y coraje el pastor siguió trabajando con entusiasmo y con fe en Dios, es así qué un tiempo después, se abrió la puerta con la Iglesia Menonita que vio potencial en él para trabajar como pastor y en especial como plantador de iglesias. “Ser plantador de iglesias no es lo mismo que ser pastor” -cuenta el pastor Alfonso, “se necesita ser bastante determinado ya que se trata de colocar la fe en acción, muchas veces parece fácil, pero hay momentos difíciles por todos los retos que se presentan en el camino.”
“Ser plantador” -explica el pastor Alfonso: “Es como emprender un viaje al iniciar el proyecto de plantación de una nueva iglesia, se inicia de la nada, donde la dependencia del plantador proviene directamente de Dios y la confianza de que el abrirá sendas donde no las hay, como cuando Dios hizo de la nada el universo, las constelaciones y los planetas incluida allí la tierra, Él tiene el poder y la magnificencia para actuar en una nueva obra.”
El Pastor Alfonso, comparte una parte de su historia como plantador, de cómo ha visto la providencia y de igual manera la provisión de Dios a lo largo de este trayecto, providencia que hace referencia a la soberanía y poder de Dios para proveer para cada necesidad de la manera más sinigual mediante el poder de su gloria.
La mejor descripción del pastor Alfonso es como una persona de carácter amable, sereno, firme con un buen sentido del humor, quien afirma que el amor de Dios lo ha amado con amor infinito sin reservas, en la actualidad se encuentra plantado una nueva iglesia en Harrisonburg, Virginia.
Su trabajo como pastor y plantador de iglesias ha sido un camino amplio, lleno de momentos muy valiosos donde escuchar la voz correcta, la voz de Dios, ha sido clave para mantenerse firme y enfocado pues como es bien sabido, el caminar como plantador no es un camino sin espinas, muchas veces éste resulta doloroso y fatigoso, pero cuando se aprende a escuchar la voz de Dios, el camino se hace llevadero.
El gozo de Dios, ciertamente fortalece aquellos que Él llamó para la realización de su obra, por tal razón en su caminar como plantador ha experimentado momentos donde ha tenido que tomar la decisión de poner en acción su fe teniendo la certeza de que para Dios no hay nada imposible.
Afirma el pastor que cuando se ama a las personas que empiezan a llegar a la iglesia, se trabaja duro en la visitación, el compañerismo, mostrándoles la compasión de Dios para con ellos, entonces algo maravilloso sucede, porque la palabra que se envía nunca vuelve vacía; así por ejemplo, la iglesia que está pastoreando es resultado de la maravillosa obra que el Señor está haciendo en cada una de las personas que allí están llegando para dar gloria y honra al nombre de Dios.