por Javier Márquez
Las andanzas de Marco el caminante en el otoño de su vida.
«El Camino de Santiago es una ruta milenaria de peregrinación que ha atraído a viajeros de todo el mundo durante siglos. Mi propia aventura en esta ruta sagrada dejó una huella imborrable en mi corazón». Marco Güete.
Cuando Marco inició su travesía, los nervios y la emoción se mezclaban mientras observaba hacia el sendero que se extendía ante él, sabiendo que cada paso lo acercaría un poco más a su destino final: Santiago de Compostela, en España.
A medida que avanzaba a través de los impresionantes paisajes de los Pirineos y las verdes colinas de la región de Navarra, pudo compartir momentos inolvidables con otros peregrinos. Con cada encuentro, aprendió sobre sus motivaciones para emprender el camino y descubrió la magia de esta comunidad de almas errantes.
La soledad de las interminables llanuras y el esfuerzo físico se equilibraban con la gratificante sensación de libertad y autodescubrimiento. A través de inflamación de tendones y las noches en hostales, los esfuerzos diarios para estar preparado para la siguiente etapa, el descubrimiento de nuevos pueblos y el constante contacto con la naturaleza, hicieron que Marco se diera cuenta de la importancia de la perseverancia y la solidaridad.
Cada día, el camino le ofrecía nuevos desafíos y recompensas. Los pequeños pueblos que atravesaba, con sus iglesias históricas y acogedores lugareños, dejaron una impresión duradera en su mente y corazón. Y a ese ritmo, con una voz tibia y llena de frescor, la voz de Dios iba haciendo sonar su corazón como si se tratara del mejor de los flautistas.
Sin embargo, la verdadera magia del Camino de Santiago estaba en la salida de sol dorada sobre los campos, en las charlas con otros peregrinos y en la conexión espiritual con algo más grande que ellos mismos.
Finalmente, después de tres viajes, logró llegar a Santiago de Compostela. La emoción y el orgullo se entremezclaron cuando se paró frente a la majestuosa Catedral, donde dice la leyenda reposan las reliquias del apóstol Santiago. El sentido de logro y la sensación de haber completado una peregrinación ancestral fueron una inmensa alegría, así como la nostalgia de terminar un objetivo que dejaba atrás cientos de kilómetros, 20 años de preparación y más de un millón de pisadas.
El Camino de Santiago enseñó a Marco lecciones invaluables: sobre la importancia de dejar atrás las preocupaciones mundanas y centrarse en lo esencial, sobre la fuerza interior que desconocía poseer y sobre la belleza de la comunidad que se crea cuando se camina hombro a hombro con otros viajeros.
Hoy, cada vez que cierra los ojos, puede sentir nuevamente el suelo bajo sus pies, los cálidos rayos del sol en su rostro y el latido de su corazón sincronizado con el de miles de peregrinos que han transitado estas mismas sendas a lo largo de los siglos. El Camino de Santiago dejó una marca imborrable en el alma, y siempre será una experiencia que atesorará por el resto de su vida…
De esta manera, en MenoTicias abrimos el primer capítulo de una crónica que tendrá tanta emoción como pasos fueron los necesarios para hacer este peregrinaje de nuestro director Marco Güete. Es la narración de la culminación de un sueño que dejó muchas lecciones aprendidas y un mensaje potente del Señor Jesús sobre la vida y sobre el camino.