En una noche fría y sagrada

Tu Espíritu rodeó a criaturas de aliento cálido,

con alas y pelaje,

silenciosas y graznantes

Enraizadas y chispeantes,

Para presenciar el estallido de tu semilla de esperanza,

Un frágil niño humano,

lleno de vida y luz.

En la quietud de la medianoche

Tu Espíritu convocó a todo el ejército del cielo

Para resonar con la canción

sobresaltando a los pastores soñolientos con

¡Gloria a Dios en las alturas! Y en la Tierra, ¡paz!

En una hora sombría de intrigas políticas,

la luz de tu estrella atravesó el cielo,

guiando a los gobernantes a inclinarse ante el niño,

el poder se inclinó ante el Príncipe de la Paz.