por Adriana Celis
Era una tarde gris de noviembre. Estaba dentro del gazebo del jardín de la casa de mis padres. Mientras disfrutaba del suave viento frío, que es común por estos días otoñales de noviembre, reflexionaba sobre la vida, las decisiones y los acontecimientos que pasan en el mundo.
En un momento detuve mi reflexión para leer un artículo que escribió Laura Turner para la BBC Washington, sobre el día mundial de la bondad que se conmemora el 13 de noviembre de cada año. El artículo generó en mí un gran impacto, debido a que resalta los beneficios de ser bondadoso y cómo las acciones que se realizan con bondad no solo afectan positivamente la vida de quienes lo practican, sino también de su entorno. En el mismo sentido, el texto resalta cómo los investigadores del Instituto Bedari Kindness, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), creen en las conexiones científicas que existen cuando una persona es amable y cómo estos actos le permiten mejorar su calidad de vida y extenderla
La amabilidad crea lazos de paz
No pude parar de leer el artículo y concluí que la bondad es una cualidad que se ha perdido en el mundo y, por qué no decirlo, en nuestras comunidades de fe. En la actualidad, el amor se ha enfriado y, en muchos casos, cuándo una persona manifiesta actos de bondad es tratada de manera errónea: de hipócrita o falsa. Pero ¿qué pasaría si en nuestras comunidades practicáramos la amabilidad como un instrumento para construir paz?, ¿disminuirían, tal vez, la violencia, las envidias y los celos en el mundo?, o ¿tal vez nos volveríamos más empáticos como lo fue Jesús al vivir en la tierra?
Hablar de paz se vuelve cada vez un tema complejo en esta sociedad globalizada y apática. En la actualidad podemos decir que nos hemos vuelto testigos de lo que expresan las sagradas escrituras cuando dicen que llegaría el día en que «el amor de muchos se enfriará»; y, decir esto quiere decir que, en nuestras sociedades, el amor y todo aquello que lo construye (bondad, empatía, solidaridad, misericordia, etc.) no hará parte del diario vivir… Pareciera que la realidad que vivimos fuera un mal sueño o una dramatización sacada de alguna obra cinematográfica; pero la realidad supera la ficción. Un ejemplo que podemos ver es que la violencia hace parte del pan diario, en lugar de disminuir con el tiempo, este ha aumentado, no solo en países del sur de Latinoamérica, sino también en esta zona de Norteamérica. Es por esto que durante la lectura del artículo, me pregunté: ¿la amabilidad puede, de alguna manera, crear paz mediante actos tan simples, pero tan contagiosos, como tratar bien al prójimo?
Pues bien, apreciado lector, sí es posible. Y para ello necesitamos dos ingredientes: determinación y compromiso, en especial cuando vivimos en países con altos índices de violencia. Dios nos dio la capacidad de crear actos de paz. Cualquiera que tenga voluntad de hacer el bien, tiene el poder de influenciar en su propia vida y en la de los demás para ver un cambio en su comunidad, desde palabras tan simples que pronuncie o escriba, como acciones cotidianas o poco comunes.
Las palabras, aunque pueden parecer pequeñas o poco relevantes, se vuelven actos que a su vez tienen un efecto dominó sobre quienes lo reciben. Esta es una poderosa herramienta de transformación que impacta todo lo que nos rodea; entre eso, en las iglesias, en donde muchas veces la paz es un sueño difícil de lograr.
No obstante, es necesario retornar a valores como la empatía, para entender al otro y reconocer que no todos pensamos igual; la tolerancia, siendo agentes promotores de cambio a través del reconocimiento de la diversidad, ya que provenimos de diferentes culturas y nacionalidades; la solidaridad, en donde podamos entablar buenos actos de comunicación, los cuales nos sirven para crear puentes que nos permitan conectar con otros; la bondad y la compasión, las cuales pueden ejercerse por medio de, buenas prácticas de resolución de conflictos, que nos facultan para encontrar soluciones a los problemas que pueden surgir y, además, nos posibilite generar transformaciones.
La amabilidad, como valor, nos deja en claro que la paz sí se puede construir a través de pequeños actos que van mucho más allá de meras palabras sin acción.
Es en nuestro diario vivir que, con nuestras acciones, con nuestra forma de cuidarnos y relacionarnos con quienes nos rodean, escuchándonos, siendo amables los unos con los otros, compasivos, empáticos, dispuestos a sanar y perdonar las ofensas, podemos crear paz para transformar nuestros pensamientos, hogares, barrios, escuelas, ambientes laborales, comunidades de fe y nuestras naciones. Las acciones de paz tienen el poder de servir como poderosos utensilios para cambiar la historia y construir legados que no solo perduren en los Estados Unidos, sino también en Latinoamérica y el mundo.