Por Javier Márquez
Carlos Sánchez esperaba en silencio. Por el salón corría la luz que venía del exterior por la ventana. Las intenciones del encuentro ya habían sido expresadas, precisadas, después de un largo y detenido trabajo previo con cada uno de los miembros de ese círculo.
Por el aire que se respiraba en ese punto sentíase que con el pasar de los minutos la agenda iba perdiendo el ánimo de su impulso, culminando sin terminar en serio; la charla se había detenido forzada por las palabras que quedaban aún por decirse, atascadas en la garganta. Eran andadas sin mapa, como cuando se recorre un sendero boscoso sin mucha luz.
Nadie debería llamarse experto en esta clase de encuentros, porque siempre la naturaleza humana nos presenta nuevos tramos de vorágine al dar cara a cumbres como éstas donde los dolores más profundos, que al mismo tiempo han desembocado en la concepción de las esperanzas más elevadas, se encuentran en una unión casi biológica donde se transforman mutuamente, dando paso a la muerte que precede a la fundación de algo nuevo.
Por eso había silencio, que era por la duda de dar el siguiente paso en un terreno inexplorado, pero Carlos Sánchez sabía muy bien que algo faltaba por decirse, una protagonista faltaba por hablar. Entonces, como casi nunca durante este y el siguiente encuentro, tomó la palabra, “Falta alguien por hablar”, y la llamó por su nombre. Se sentiría expuesta, pero fue un empujón que la animó, entonces por fin ella logró preguntar lo que venía cargando por casi 20 años en todos los tonos, de todas las maneras, con sufrimiento, con rabia, con propiedad, con indignación, con una voz templada que al pasar de los años habían logrado que la pregunta terminara soldada en sus labios, pero esta vez, cuando por fin tenía frente a ella a los responsables principales de su dolor, no logró mantenerse en su implacabilidad del alma, entonces rompió a llorar, y preguntó:
Yo quiero saber si ustedes fueron quienes mataron a mi padre.
El sueño de la paz
Esto sucedió en el primer encuentro que se logró con el propósito de reunir en un diálogo de reconciliación a miembros y cabecillas del Frente Noveno de las extintas FARC y víctimas de este grupo.
Las FARC como actores de la violencia del país llegaron a realizar una serie de masacres, como fue la masacre de la volqueta de EPM (Empresas Públicas de Medellín), efectuada el 15 de octubre del 2002 en la vereda el Tesorito en el municipio de San Rafael, Antioquia, hechos por los cuales murieron 7 personas y otras 2 quedaron gravemente heridas.
A los lectores de MenoTicias les recordamos que las FARC fue el segundo grupo guerrillero más antiguo de Colombia y el más poderoso de toda América por muchos años, y que en el 2016 firmaron un Acuerdo de Paz con el gobierno de Colombia, cuyo propósito central ha sido intentar la reparación de las víctimas, basados en el pilar de la verdad de lo sucedido. Es un tema que esperamos seguir trayendo a este medio en el futuro, reflexiones y experiencias de verdad sanadora y justicia restaurativa.
Puente del perdón
Luego de años de implementación, marcados más por ditirambos de ambas partes que por pasos consecutivos hacia el cumplimiento de los acuerdos, no obstante se puede dar testimonio de experiencias de reconciliación como esta, donde las voluntades se han alineado y los intereses han logrado confluir, a fin de conseguir lo más importante; y lo interesantes es que esta experiencia particular, si bien en un marco social de paz, no surgió directamente de la agenda de lo firmado en el Acuerdo de Paz.
El propósito central de un acuerdo de esta naturaleza entre dos fuerzas enfrentadas en una guerra fratricida y rencoroso se puede simplificar en este encuentro: lograr que los enemigos del pasado se vean en mesa de diálogo a los ojos, recorran con la mirada sus rostros, desnuden las almas, reconozcan el daño, y empiecen a construir el puente del perdón con base del reconocimiento del daño realizado, sin tretas ni trampa. El único boleto es el corazón honesto.
Pero este encuentro facilitado por Carlos Sánchez es especial y debe recordarse con fuerza. Carlos Sánchez no es funcionario público y tampoco lo moviliza algún estímulo político, él es sencillamente un ciudadano, una persona menonita, representante de la Comunidad Menonita de Medellín.
Por eso los diálogos no surgen como actividad programada del Acuerdo de Paz, que serían la representación de la voluntad colectiva en el Estado, sino que ha nacido por la fuerza del deseo civil, las individualidades encontradas, que también son una fuerza colectiva pero en dimensión más natural, y la inspiración anabautista en Carlos de la construcción de paz. Entonces ha sido movido llanamente por la voluntad de unos pocos, llevados por la sincera intención de despejar en aquellos senderos boscosos el camino de la paz.
Quiere decir que la paz se está convirtiendo en un propósito de cuadra, igual de coloquial como el propósito de servir la mesa en cada casa y que motiva al encuentro en la plaza de mercado. Un propósito fundacional del tejido comunitario.
“Empezó por un sueño” -Carlos Sánchez
El sueño no era de él, fue primero de Nidia María Montoya, quien actualmente trabaja para un ente del sistema integral para la Justicia, la Verdad, la Reparación y la No Repetición. Ella conoció y trabajó con algunas víctimas del municipio de San Rafael. Fue en estos encuentros con las víctimas de San Rafael donde nació este sueño de organizar diálogos entre las FARC y sus víctimas, donde la verdad pudiera conocerse y así acercar la reconciliación.
Pero debido a su perfil como funcionaria pública no era mucho lo que podía hacer por ella misma, y por este motivo compartió con Carlos Sánchez su idea, a quien recién conocía, y con su idea quiero decir que inspiró a Carlos con su sueño.
Pero, ¿Cómo hacer?
Es interesante cuán orgánica es la construcción de paz. La guerra y la paz son dos vertientes en direcciones contrarias que fluyen a partir de la misma fuente principal que es la de las relaciones humanas, pero también sucede que desde la vertiente de la guerra puede desprenderse una nueva y ávida vertiente de Paz, como un capullo que nace entre los adoquines de piedra, y en este caso particular es claro que el primer paso fue soñar, soñar con dar espacio a la paz, pero lo siguiente fue compartir el sueño con alguien más, y, aún solos, el paso siguiente fue identificar y compartir los contactos adecuados. Siempre ha sido un proceso que necesita de otros y otras.
Un diálogo abierto y sanador, luego de años de guerra y sufrimiento
Carlos Sánchez, quien figuraba desde el comienzo en nombre de la Comunidad Menonita de Medellín, tenía contacto con personas dentro del Acuerdo de Paz que son parte de las FARC, las conoció en eventos ecuménicos que organizó con el fin de reunir las voluntades para apoyar el proceso de paz, mientras que Nidia María tenía contacto con las mesas de víctimas. Sin embargo, aunque parece que el fin supremo es encontrarlos en un diálogo abierto y sanador, luego de años de guerra y sufrimiento, la incertidumbre y las desconfianzas son difíciles de disipar.
No se trataba sencillamente de acercarse a ellos y contar sobre el proyecto y agendar cita y hablar y perdonar y vivir felices y comer arepa y comer perdices. Es mucho más complejo que eso, primero es importante construir las confianzas y ejercitar las voluntades.
No existe un único camino
Carlos Sánchez, el facilitador del diálogo, debía mostrarse como un agente movilizador pero a la vez neutral, necesitaba ser observado como una persona dispuesta a inhibirse cuando lo indicara el momento, para tener legitimidad y construir las confianzas, pero también tener el talento de impulsar asertivamente el proceso, algo así como escribir un guion para un acto improvisado, porque el guion era importante en el sentido de dar orden y objetivos, pero al final el centro de todo son las personas inmersas en el conflicto y por tanto en la reconciliación, o sea que depende casi todo de ellas, y el éxito o el fracaso no está precisado por el método sino por el desarrollo.
Se encontraron a hablar en privado tanto con víctimas como con ex comandantes de las FARC, quienes serían los primeros responsables del daño, comieron juntos, juntos afinaron el encuentro, limaron los caminos, también Carlos estudió guías teóricas como son los libros: Imaginación Moral, Sociedades Profundamente Divididas, Mi Pequeño Libro de Transformación de Conflictos, cuya autoría es de John Paul Lederach y Mi Pequeño Libro de Justicia Restaurativa de Howard Zehr.
Al final lograron agendar tres encuentros: el primero durante los días 27 y 28 de junio, en el cual pasó lo narrado a comienzos del este artículo. El siguiente se acordó para el 27 de noviembre.
Para el 27 de noviembre las personas de las FARC vinieron con la respuesta a la pregunta de la mujer joven sobre si ellos habían matado a su padre y otras respuestas. Ellos confesaron que sí lo habían hecho. Pidieron perdón. La mujer contestó lo siguiente:
“No puedo decirles que los he perdonado todavía, pero yo me dispongo a ser la puerta para el camino de la reconciliación en el municipio”.
La Iglesia Menonita de Colombia
Durante el proceso hubo invitados de la iglesia Menonita como Pedro Stuckey, pastor de la Iglesia Menonita de Teusaquillo y Ricardo Esquivia, director de la Fundación Sembrando Paz. Carlos y Nidia también contaron con la ayuda de otros hermanos de la iglesia Menonita de Colombia como lo fue el consejo de Antony Sánchez, director de Puentes para la Paz, en donde también han trabajado en diálogos constructivos. Él les recomendó que iniciaran los diálogos con las siguientes preguntas restaurativas: ¿Qué pasó? ¿Cómo pasó? ¿Qué hacer para el cambio? ¿Qué podemos hacer para ayudar?
Ahora el proceso se encuentra a puertas de un tercer encuentro que parece que será el 20 de febrero. Está en un momento de fortalecerse, en donde buscan integrar acompañantes, además de la Iglesia Menonita que ha estado desde el comienzo en el proceso.
No nos oímos, “Nosotros venimos a pedir perdón”
Sucedió que el 27 de junio del año pasado, como una de las primeras cosas que sucedería, que en tiempo de presentación, la bulla en el recinto no cedía, ésta aumentaba desde cada una de las sillas gracias a las conversaciones individuales, entonces un representante de las FARC tomó la palabra, se presentó y después dijo: “Nosotros venimos a pedir perdón”. Nadie escuchó, todos charlaban, ¿Sobre qué charlarían? ¿Charlarían quizá sobre el propósito de aquella tarde? –Irónico- Carlos lo notó, y llamo la atención de todos, “¿Ustedes han escuchado lo que él dijo?”.
MenoTicias: ¿Qué lo motiva a realizar estos espacios de construcción de paz?
Carlos: A mí me suscita principalmente la voluntad y el poder de Dios. Y con lo poco o mucho logrado me siento agradecido con Él, imagínese el caso de esa mujer que perdió a su padre, ¡Vivir tantos años atormentada por esa pregunta!, pero ahora tener respuesta, eso sin duda es un paso para sanar y solucionar el conflicto.
MenoTicias: Como facilitador, ¿Qué elementos piensa que son claves para un diálogo como éste?
Carlos: Primero es importante la disposición y la voluntad de hacer algo así. Tener el sueño, como fue en primer momento el caso de Nidia y luego me uní yo. Segundo, es importante conocer y entender el contexto, además de estudiar a las personas clave. Luego movilizar algo que se llama serendipia.
MenoTicias: ¿Qué es la Serendipia?
Carlos: Es la capacidad en un momento inesperado pero clave, poder encontrar por azar la manera de salir de un embrollo y seguir adelante. El facilitador de un proceso de paz debe lograr eso, porque los sucesos suelen ser inesperados y a veces se libran inconvenientes que retan a la total y urgente creatividad. También es importante seguir manteniendo los intereses y las voluntades del proceso alineadas, o intentarlo, y eso no es nada fácil. De hecho, suele ser una de las partes más frágiles en este tipo de procesos. En este caso el interés común es abrir espacio a la verdad, como un paso indispensable para la reconciliación.
MenoTicias: ¿Qué ha aprendido?
Carlos: Que los intermediarios no son necesarios, lo ideal es que el diálogo se dé entre las personas involucradas, y que las personas externas como yo únicamente funcionemos como puentes o como un micrófono, nada más. Pero repito, construir las voluntades es importante. Algo que suelen hacer las personas de las FARC es buscar simpatizantes, me explico: vienen y dicen a las víctimas, “Yo hice esto pero porque a mí me hicieron esto también”. Yo hable con ellos para pedirles que no hicieran eso, que no justificaran, que se acercaran con la honesta disposición de pedir perdón por el daño y trabajar por la reconciliación.
Carlos me ha enviado el siguiente mensaje después de nuestra entrevista:
“Por favor, pídales a las personas de las iglesias Menonitas que conozcan esta historia que necesitamos el apoyo de sus oraciones, este trabajo no es fácil, pero tenemos fe. Necesitamos el respaldo de los hermanos de la iglesia en oraciones”.