Parte 3 de la serie: Saber Que Estamos Perdiendo, Porque Estamos Perdidos
Por Tony Brun
“Si los hombres son tan perversos teniendo religión, ¿cómo serían sin ella?“
Introducción
Las religiones atraviesan en la actualidad un momento de auge y descrédito a la vez. Las religiones han sido causantes de guerras y paz. Las religiones han dejado formas de dominación, crueldad y fanatismo, pero también entregas y compromisos martiriales por la tolerancia, la esperanza, la justicia y la paz. A la misma vez, acompañamos las palabras de Adama Dieng, actual Secretario General para la Prevención del Genocidio, durante la Segunda Cumbre Mundial Internacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, celebrada en la ciudad suiza de Ginebra, 2019: “la religión no es el problema, sino los que la manipulan, y la usan como coartada para cometer crímenes atroces”.[i]
Las religiones globales[ii] a lo largo de siglos de historia de la humanidad han aportado e influido con su particular manera de entender la vida, en innúmeras transformaciones globales. Las religiones poseen caminos para moldear la existencia humana, ya no solamente de una élite intelectual sino también amplios sectores de la población.
PullquCon todo, actualmente una buena porción de las religiones parecen hoy reconocer que se nos puede acabar el árbol de la vida, y que los portadores de la destrucción y la muerte ya no son dioses o demonios externos, sino nosotros mismos.ote TextLas religiones globales a pesar de las contundencias de sus respectivas Escrituras, acusan ambivalencias y se han manifestado proclives a contradicciones y ambigüedades. Por un lado, llevan en sus entrañas un anhelo de armonía universal. Y por otro, también han sido – y todavía lo son – portadoras de conflictos y discordias. Con todo, actualmente una buena porción de las religiones parecen hoy reconocer que se nos puede acabar el árbol de la vida, y que los portadores de la destrucción y la muerte ya no son dioses o demonios externos, sino nosotros mismos. Parecen reconocer también que la paz cosmoteándrica[iii] se constituye quizás en uno de los pocos – si no el único – símbolo unificante y posiblemente más universal.
Ni la democracia, ni el crecimiento económico son símbolos universales. Ni tampoco “Dios” es el centro de las actividades humanas. EL símbolo “Dios” ha dejado de ser un símbolo unificador (si alguna vez lo fue) a causa de las guerras que se han hecho en su nombre, como certera y dramáticamente afirma Martin Buber en un texto estremecedor, que hoy tiene plena vigencia: “Dios es la palabra más vilipendiada de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan mancillada, tan manipulada. Las generaciones humanas han hecho rodar sobre esta palabra el peso de su vida angustiada y la han oprimido contra el suelo. Yace en el polvo y sostiene el peso de todas ellas. Las generaciones humanas, con sus partidismos religiosos, han desgarrado esta palabra. Han matado y se han dejado matar por ella. Esta palabra lleva sus huellas dactilares y su sangre. Los seres humanos dibujan un monigote y escriben debajo la palabra ‘Dios’. Se asesinan unos a otros, y dicen: ‘lo hacemos en nombre de Dios’. Debemos respetar a los que prohíben esta palabra, porque se rebelan contra la injusticia y los excesos que con tanta facilidad se cometen con una supuesta autorización de ‘Dios’. ¡Qué bien se comprende que muchos propongan callar, durante algún tiempo, acerca de las ‘últimas cosas’ para redimir esas palabras de las que tanto se ha abusado!”.[iv]
Una buena parte de la conciencia humana ve en los teísmos una cierta concepción monárquica de la realidad tendiente a desaparecer.[v] Hoy, el símbolo “Dios” ya no convoca como sí lo hace el anhelo por la paz planetaria. La multitud de organismos mundiales religiosos y no religiosos de la actualidad, parece corroborar esta afirmación.[vi]
Se justifica pues abordar una reflexión sobre las religiones, no en sí mismas, sino en su relación con la crisis ecológica planetaria.
¿Religión o Espiritualidad?
Es importante recalcar la distinción esencial entre “religión” y “espiritualidad” pues hay frecuente confusión al respecto.
Todas las religiones son construcciones culturales de la humanidad, surgidas sobre todo durante el período agrario de la Humanidad. Como creación humana, las religiones contienen creencias en alguna forma de realidad metafísica o sobrenatural, elaboran doctrinas, símbolos, ritos y prácticas e instituciones, y cosas semejantes. Igualmente, las religiones son una fuente de ética y comportamientos prácticos.
Mientras que la espiritualidad está relacionada con aquellas cualidades interiores e innatas del ser humano – tales como el amor, la compasión, el afecto, la tolerancia, la capacidad de perdonar, alegría, nociones de armonía y respeto – y que como tal pueden ser cultivadas y desarrolladas. En síntesis, espiritualidad es aquella dimensión humana que – cultivándola – inicia en nuestro interior una transformación.
Doctrinas, creencias y ritos guardan relación directa con la religión. Pero aquellas cualidades humanas interiores no necesariamente se limitan ni se gestan en la religión. Cualquier individuo puede desarrollar su transformación interior, sin recurrir a ningún sistema religioso o metafísico. En otras palabras: la espiritualidad por cuanto transformación humana, no es propiedad de ninguna religión.
Las religiones deberían estar al servicio de la espiritualidad, es decir, del desarrollo de aquellas cualidades interiores e innatas del ser humano. De estas cualidades se generan los comportamientos y la ética. Y como bien dice el Dalai Lama, “la ética es más importante que la religión. Más fundamental que la religión es nuestra espiritualidad intrínsecamente humana”.[vii]
La ética – y sobre todo una ética laica – es más importante que la religión. Quizás sea este tipo de afirmaciones las que deben orientar en este momento ecológico a las religiones globales. Evidentemente que la época de defenderse y expandir las propias doctrinas y creencias, ritos y símbolos, ya ha pasado. Los fundamentalismos cobijados al interior de las religiones globales, han dejado una estela de fracasos y peor aún, frecuentes ríos de sangre inocente. La era del Dios que luchaba por los hebreos, cristianos, musulmanes y de los Dioses de otros pueblos igualmente religiosos, ha quedado atrás hace mucho tiempo. El Dios de la religión ya no parece muy preocupado por la condición humana.[viii]
No hemos nacido con una religión. ¿Entonces, para qué puede servir esa grandiosa construcción de las culturas humanas? La razón de ser – ahora más que nunca – de las religiones globales no puede ser otra que alentar el despertar y desarrollo de la espiritualidad y ética innatas en el ser humano. Independientemente de la religión a la que se pertenezca, la sobrevivencia de la Humanidad depende más de sus propias fuerzas interiores que de la religión. Mil millones de ateos y cada vez más agnósticos, quieren unirse en una ética laica y secular, pero para nada les interesaría alguna adhesión religiosa.
Mientras escribía esto, me llegaban las noticias mundiales al respecto del asesinato mediante cuchillo de al menos tres personas y varios heridos en la céntrica basílica de Notre-Dame, en la ciudad francesa de Niza, en lo que se confirmó como un ataque terrorista de odio religioso.[ix] Justamente el Dalai Lama en el año 2015 luego de otro ataque de odio religioso en Francia que dejó varios muertos, decía entristecido: “Hay días en los que creo que sería mejor que no hubiera ninguna religión. Todas la religiones y todas las escrituras sagradas albergan un potencial de violencia”.[x] No puedo menos que coincidir con estas palabras.
El cultivo de esa espiritualidad innata es más importante que enseñar religión.Con todo, todavía podemos afirmar – siguiendo las neurociencias – que los seres humanos nacemos con una tendencia interior natural hacia el afecto, la bondad, y la compasión, sea que pertenezcamos a una religión o no. Es claro que no se trata de beneficios extras otorgados a quien se adhiere a una religión. Si bien la religión puede contribuir al desarrollo de esa predisposición, esta no es propiedad de ninguna religión. La ética que se desprende de esa primigenia predisposición humana, es más profunda y natural que la religión. Es innata, mientras que la religión es inculcada. El cultivo de esa espiritualidad innata es más importante que enseñar religión. Niños y niñas necesitan ser guiados en el desarrollo del afecto, la bondad y la compasión que anidan en el corazón humano. Para realizar esto no es imprescindible la religión. Sin embargo, escuelas y colegios dedican mucho más tiempo y energías en traspasar a los infantes doctrinas, historias y mitos religiosos, etc. para que sean “buenos creyentes, buenos ciudadanos”. Instituciones responsables por la formación de líderes religiosos desarrollan rigurosos currículos pletóricos de materias religiosas, etc. para que tales líderes sean profundamente religiosos, excelentes académicos y sesudos argumentistas de la religión. Mientras que aquellas cualidades innatas que esperaban despertar y florecer, fueron descuidadas o marginadas como demasiado intimistas y poco académicas.
Las religiones globales están desprestigiadas, especialmente las religiones teístas. La crisis global estalla también en la crisis de las religiones globales. De los 7.100 millones de personas que habitamos la Tierra, alrededor de 6.000 millones son “creyentes” de alguna religión o tradición espiritual. ¡Muchos creyentes! Pero el planeta se está muriendo. ¿Cómo explicarlo? No parece que las religiones y especialmente en su desarrollo actual puedan evitar el colapso. Muchos encuentran justamente en el desarrollo conservador y a contramano de los avances científicos de la modernidad, las causas de sus fracasos inclusive con relación a la crisis ecológica. Se dirá por ahí que muchísimos de esa masa mundial de “creyentes” son infieles y corruptos. Pero entonces tal respuesta no haría más que acentuar el fracaso de las religiones. Los cristianos rezan “así en el Cielo como en la Tierra”.
¿Será entonces que el fracaso terrestre significa también el fracaso celeste?
Se han formado globales coaliciones de las distintas religiones – mayoritarias y minoritarias – y tradiciones y sabidurías espirituales. No pocas de estas coaliciones tienen una voz dentro de organizaciones mundiales como la O.N.U. o bien con grupos de eminentes científicos, empresarios, etc. También existen múltiples encuentros a nivel de todos los continentes entre líderes religiosos, teólogos, sabios y colectivos vinculados a las bases de fieles y seguidores o bien representativos de sujetos sociales.[xi]
Por supuesto que este tipo de coaliciones, alianzas, redes, etc. tienen su importancia y potenciales beneficios. Faith for Nature afirma que “valores religiosos orientan a más del 80 % de la población mundial; globalmente las religiones administran el 50 % de las escuelas; las religiones también son propietarias de más medios de comunicación que toda la Unión Europea y las religiones son consideradas el cuarto grupo de inversores más grande a nivel mundial. Algunos organismos individuales de ayuda basados en la fe tienen programas nacionales con presupuestos más grandes que los ministerios gubernamentales a los que se relacionan”.[xii] Impresionantes avances religiosos que significarían potenciales beneficios en el combate a la crisis ecológica.
Sin duda que las religiones pueden actuar en la mente de los seres humanos, pueden despertar las conciencias y llevar a la gente a actuar. En el último siglo parece haber avances temporales. Pero – otra vez – el planeta se está muriendo. La dominación contra la naturaleza y la violencia entre los humanos siguieron siendo alimentados desde las religiones. ¿Cómo explicarlo? La eficacia final de estas coaliciones más progresistas es muy limitada. ¡También las religiones operan en las reglas del juego del capitalismo global! Cuando tales coaliciones necesitadas de orbitar en torno a organismos de la política global efectúan sus declaraciones necesitan hacerlo obviando o atenuando la radical crítica contra el capitalismo global o contra sus políticos regionales de turno como la causa fundamental del deterioro planetario. Por otra parte, ¿cuánto de las muchas declaraciones religiosas y programas llegan a modificar las vidas y conductas socioambientales de los fieles? Es difícil saberlo. Unas han tenido más éxito que otras. Por ejemplo, que los valores religiosos orienten al 80 % de la población mundial no parece todavía cambiar el rumbo suicida de la Humanidad. La encíclica papal Laudato Si´ volcada hacia la crisis global ha originado un movimiento importante en las bases católicas. Sin embargo, aunque esta encíclica fue lanzada meses antes del Acuerdo de París sobre el cambio climático (2015) los resultados de este encuentro nos muestran cinco años después, que no se ha modificado sustancialmente las políticas energéticas antiecológicas. Y por lo tanto, hoy estamos lejos de alcanzar las metas acordadas, aunque estas ya eran ciertamente insuficientes. Las religiones progresistas tienen poca incidencia para modificar la política capitalista global. Mientras que las religiones conservadoras son fácilmente envueltas en la lógica capitalista.
Por otra parte, muchos encuentran en los propios contenidos, doctrinas, teologías, creencias y prácticas de las religiones, un serio obstáculo para tornar las religiones en un referente moderno en contra de la crisis global. La actual crisis religiosa va más allá de las formas, y sobre todo alcanza los fundamentos metafísicos de sus contenidos. La otrora evidencia sobre Dios ha caducado.
“El Dios de la historia permanece ocioso, el Dios de los filósofos es indiferente, y el Dios de la religión no parece ya muy preocupado por la condición humana…Hace ya mucho tiempo que los Dioses traicionaron a los humanos, el mismo Dios parece haber roto sus promesas incluso arreglándoselas para engañar al hombre con la aceptación de la terrible responsabilidad de su libre albedrío. Si el Todopoderoso conocía la debilidad del hombre, ¿no fue injusto de su parte imponer condiciones que sabía que el hombre nunca podría cumplir? ¿Cómo puede un Dios todopoderoso y misericordioso permitir todo el sufrimiento y todas las injusticias que la condición humana conlleva?”[xiii]
La religión – y en particular las religiones teístas – se tambalea. Por supuesto que habrá quienes ofrezcan evidencias de lo contrario citando anecdóticas experiencias de uno que otro líder exitoso, o también las estadísticas crecientes de algún país del Tercer Mundo. Pero estos grupos religiosos en temporal crecimiento, todavía se mantienen en una conciencia mítica preracional[xiv] y por eso tienen pendiente afrontar la revolución intelectual y de conocimiento del mundo moderno. Más tarde o más temprano esas “oleadas de despertar religioso” ligadas al conservadurismo político-religioso, no podrán ignorar los avances científicos y los nuevos estadios de autoconciencia de la Humanidad. Las antiguas respuestas ya no responden a los nuevos cuestionamientos. He aquí el dilema teológico de nuestro momento religioso actual y que sobre todo las religiones teístas no han superado: la incompatibilidad entre la idea tradicional de lo divino y la comprensión moderna del cosmos y del Hombre.
Las fanáticas y extravagantes creencias y prácticas son síntomas de la muerte de concepciones religiosas tradicionales. Su efervescencia actual en algunas partes del mundo, es justamente eso, efervescencia contingente y transitoria.
En una palabra: la religión cada vez interesa cada vez menos.[xv] Por el contrario, el interés por la espiritualidad va en aumento.
El servicio de la religión
Las religiones globales han desempeñado un papel importante, tanto en la legitimación de los sistemas de dominación y fundamentalismos del terror, como en el impulso a los movimientos libertarios. Ha legitimado como ha deslegitimado. Una historia cargada de ambigüedad.
¿Cuál sería el servicio de la religión hoy?
Por una parte, defender doctrinas, expandir creencias y aumentar adeptos ya no lo es. Estos aspectos tomados como fundamentales desde hace siglos, han derivado en fundamentalismos religiosos destructivos. La Humanidad tiene memoria de esto, y todavía hoy en pleno siglo XXI los fundamentalismos religiosos muestran su furibunda destructividad hacia la vida.
Sobre eso que llamamos “dios” – en rigor – nada se puede decir, probar o nombrar. Por otro lado, representar a algún Dios con la autoridad de la tradición, las enciclopédicas especulaciones teológicas y los rituales añejos e incomprensibles en el lenguaje moderno, ya no pasa de arrogancia y extravagancia por lo que acrecienta el descrédito y desinterés entre las nuevas generaciones. El Dios de las religiones, ya no interesa. Aún las elucubraciones progresistas para “reinventar” a Dios simbólicamente como un padre, una madre, pobre, mujer, gay o queer, negro, inmigrante, Fuente Originaria, Fundamento del Todo, Amor absoluto, Realidad Última, el Ser, etc. etc., no pasan de conjeturas y opiniones temporales y transitorias jamás demostradas ni demostrables. Sobre eso que llamamos “dios” – en rigor – nada se puede decir, probar o nombrar. Y todo lo que se diga, no son más que conjeturas, presuposiciones, creencias.
En una palabra: entramos en una época posreligional.[xvi]
Dice Panikkar: “Actualmente, nos enfrentamos a las consecuencias del período que ahora llega a su fin… La naturaleza reacciona a siglos de abusos enfrentando al ser humano con los recursos agotados, las especies extinguidas y la drástica degradación del medio ambiente a escala mundial. Separado de un Dios inaceptable por arriba y de un Mundo inerte por debajo, el hombre está cada vez más solo… Los espíritus, antaño sus compañeros, no son ya creíbles, los Dioses se han ido, y un Dios solitario y cada vez más superfluo se desvanece…”.[xvii]
Entonces, ¿cuál sería el servicio de la religión hoy en un planeta que parece haber perdido la paciencia por tanta destrucción y el hombre moderno se ha dado cuenta que no es absoluto ni infinito?
Las religiones globales pueden dar lo mejor de sí, que como vimos, no pasa por la auto propagación y las absolutización de sus dogmatismos doctrinales. Tal vez lo mejor de sí para cada religión se limita a volver a centrarse en el amor, la compasión, y las acciones de misericordia a partir de los pobres y excluidos, y estar al servicio de la ecología sintonizando humildemente con las ciencias modernas que estudian la vida y el cosmos. Este reencuentro con sus propias raíces espirituales – desapegadas ahora de cualquier envoltura religiosa-metafísica – puede propiciar el esfuerzo global por “humanizar la humanidad” como bien lo enfatiza el teólogo José María Vigil.[xviii]
La reconversión religiosa
El mejor servicio de las religiones en la actualidad comenzaría por su propia autotransformación. Esta reconversión de la religión, supondría el reconocimiento de las históricas responsabilidades en la violencia y en la crisis global[xix] pero también, el desprendimiento de la conciencia que tienen de sí mismas y de todo aquel bagaje obsoleto sea doctrinal y simbólico, jerárquico y normativo así como ritual y litúrgico.[xx] Las religiones tienen que evolucionar o están muertas, afirmaba Karen Amstrong. Y es bueno que mueran, ya que, sin reconversión y auto transformación hacen más daño de lo que ayudan a la Humanidad.
Los sueños futuristas – sean religiosos, políticos o económicos – no bastan a quienes morirán mientras tanto.La crisis es profunda; el cambio requerido es radical y tal transformación ni siquiera asoma en un horizonte cercano. ¿Hay que intentarlo? Si, por supuesto. Pero hay que afrontar la situación real de la Humanidad con toda su crudeza ante los millones de vidas excluidas al margen del camino. Los sueños futuristas – sean religiosos, políticos o económicos – no bastan a quienes morirán mientras tanto.
Humanizar la humanidad: la espiritualidad y la ética
Para el teólogo José María Vigil, el rol de las religiones debe centrarse en “humanizar la humanidad”. Y para esto, las religiones han de volver al servicio esencial – dice Vigil – esto es, la misma espiritualidad del ser humano o como decía Paul Tillich “la dimensión de profundidad. De modo que “la espiritualidad no sería otra cosa que la profundidad de nuestra misma humanidad personal”.[xxi] Se trata pues de una aproximación semántica más secular o laica y para nada religional.[xxii]
Sobre esto coinciden también las ciencias – en particular la neurobiología – que estudian el cerebro humano, su evolución y desarrollo. No es necesario querer probar lo improbable de que hay algo más allá del cerebro, aunque sean bienvenidas las hipótesis. La humanidad es una especie, un grupo de seres vivos, una parte de la naturaleza. Esta conciencia, es universal. Compartimos un mismo núcleo profundo de humanidad bajo toda la cháchara de pensamientos y emociones, prejuicios y creencias. Desde ese núcleo profundo fluye la reflexión activa y prelingüística, que desemboca en que respetar la vida de las personas, y de hecho de todos los seres vivos, y aún de todo el planeta, es “lo bueno, lo correcto”.
“Un apunte ´neurológico´ relacionado con esto es que se ha descubierto que la corteza prefrontal medial desempeña un papel activo en la moralidad. Esa misma región se activa cuando pensamos en dilemas éticos o iniciamos una conducta moral. A través de este circuito integrado en el núcleo neurológico, nos sentimos a nosotros mismos y a los demás y lo que es actuar de manera correcta y moral…del mismo modo sintonizar con todo un mundo de seres vivos con actitud amorosa es inherente a esta inmersión reflexiva de nuestro yo más profundo…Muy pronto, este circuito social crea de manera natural estados de preocupación compasiva y de imaginación empática. Sentimos el dolor del otro y queremos actuar.”[xxiii]
La compasión es un imperativo biológico en la vida que trasciende todas las fronteras, inclusive religiosas. El discernimiento y la experiencia nos dicen que podemos ser compasivos, ser amables y preocuparnos también por los demás. Pero también, que podemos ser destructivos y crueles y no preocuparnos por nadie. Entonces, es justamente aquí donde percibimos el amplio servicio que las religiones deben traer a la humanidad, ahora en consonancia con las ciencias. Esto es, contribuir al desarrollo de esas cualidades profundas y humanas. La compasión es un imperativo biológico en la vida que trasciende todas las fronteras, inclusive religiosas. Esta es una lección universal que necesitamos con urgencia a nivel local y global.
Las comunidades religiosas como red de corazones
Las religiones son creaciones humanas, y sus instituciones evidencian esta afirmación. Los templos, catedrales, centros religiosos, organizaciones religiosas de beneficencias, etc. resultan ser tan propensos a las luchas de poder, los escándalos sexuales y el mal uso de los fondos como cualquier otra institución humana. No es infrecuente que se denuncie a sus líderes y “maestros” a causa de su libido insaciable y sus pies de barro. No proponemos ningún cinismo sino el hecho desnudo y simple de reconocer la realidad y contingencia humana de las religiones y sus instituciones.
En sociedades seculares y laicas las comunidades que gestionan la fe y la práctica, pueden encontrarse en una sala de apartamentos urbanos o un centro de servicios comunitarios. Estas comunidades satisfacen la sociabilidad y la ayuda mutua vital para sus miembros. Estos se reúnen no tanto por causa de su fe o por un líder carismático, sino y sobre todo, por razones como la amistad, la hospitalidad, las inquietudes, los proyectos y trabajos comunes, etc. Son personas autónomas que se apoyan mutuamente en el cultivo de sus espiritualidades y acciones éticas. En esta red de corazones afines, cada uno de sus miembros respeta la igualdad de todos, así como también el conocimiento y la experiencia de cada uno. La ética del cuidado, la compasión y empatía y el amor hacia la comunidad terrestre tiene diversos grados de compromiso práctico. Todos y todas tratan de entender y mitigar la violencia estructural y las raíces de la violencia presente en ellos mismos. Beben de su propio pozo[xxiv] pero también pueden aproximarse a las Escrituras de todas las tradiciones religiosas, y de igual modo también a los avances de las ciencias modernas.
En estos espacios más seculares descansa la responsabilidad comunitaria de promover la espiritualidad y la ética ahora muy distanciados de las creencias inflexibles, la devoción acrítica, la sumisión obediente de las jerarquías.
Reunirse por el planeta: religiones ecológicas
Uno de los significados de la palabra “religión” apunta al sentido de “re-ligar, re-unir”. La crisis planetaria actual, exige – como ninguna crisis anterior – la unión de toda la Humanidad. Tal es así que científicos y entes reguladores del estado del planeta, han llamado muchas veces a la confluencia de todas las religiones en favor del planeta. Para la reunión de las religiones, la dimensión ecológica es ahora mucho más real y vinculante que las creencias y concepciones teístas o no. Como hemos dicho, la vivencia de la religiosidad es compleja y ambigua. Ha llevado a violencias y confrontaciones regionales e internacionales pero también, hay que decirlo, ha traído cambios hacia la inclusión, la justicia, la armonía y la paz. En general, hay valores éticos que son comunes a la mayoría de las religiones y que contribuyen a la causa ecológica como la solidaridad, la caridad, la justicia social, sobriedad o el respeto por todos los seres.
La relación religión-ecología comenzó a evidenciarse en las últimas décadas a través del surgimiento de iniciativas sociales, políticas y académicas.[xxv] Son buenas y necesarias iniciativas que ojalá perduren y consigan orientarse hacia la superación del capitalismo global. En una democracia ecológica y social, el diálogo entre las religiones [re-convertidas], las ciencias de la vida y las humanidades ayudará a mejorar nuestras relaciones con el cosmos y los demás.
Al final, sin importar las creencias y los modos de rezar, todos compartimos el mismo “templo” común que debemos proteger si queremos – por lo menos – sobrevivir.
Conclusión
Hay un hecho ineludible que es la grave situación de la vida en la Tierra. Vivimos en una civilización sin futuro. Todo indica que ni la Humanidad ni el planeta soportan ya nuestro tren de vida. Existe la sensación de que estamos tocando un límite y que se está llegando a su fin como acercándonos a un abismo quizás invisible pero no menos real. Los últimos setenta años de la Humanidad son una especie de crónica de un colapso anunciado. Pero esta crónica no parece suscitar el estremecimiento y el movimiento global que debería. Buena parte de lo que hoy se predica como “esperanza” es pura y simple desinformación. ¿Esperanza? ¡Por supuesto que sí! Pero esperanza activa y realista. Una esperanza desengañada, una esperanza que no se haga ni la menor ilusión sobre la profundidad de la tragedia humana. Una esperanza que no dé la bienvenida al autoengaño.
Es un camino difícil. Por una parte, se trata de comunicar responsablemente la gravedad de la situación, sin por ello inducir al desánimo, a la parálisis social o a las reacciones insolidarias. Y por otra, hay un sentido de urgencia creciente, como ya lo anunciaba en 1972 The Limits to Growth: “La respuesta humana llegará demasiado tarde”.
Este sentido de urgencia pide superar el descreimiento y la ignorancia que parecen haberse vuelto intencionales. Este sentido de urgencia pide hoy a las religiones no entretenerse más en enmarañadas elucubraciones metafísicas y ciertamente irrelevantes ante la gravedad de la crisis.
La tradición budista logró conservar una enseñanza de Buddha, conocida como “la parábola de la fecha envenenada”:
“Supongamos que uno viene y os dice: ´Pues yo no seguiré la vida que enseña el Bienaventurado hasta que él no me aclare si el mundo es eterno o no es eterno; si es infinito o no es infinito; si el cuerpo y el alma son la misma cosas, o dos cosas distintas… Es así que morirá antes que el Bienaventurado pueda acabar de darle todas las explicaciones que pide. Es como uno al que hubiesen herido con una flecha emponzoñada, y sus compañeros, amigos y parientes hubiesen traído un cirujano para curarlo, y el herido les dijese: ´Ah ¡no! Nada de sacarme la flecha mientras no sepa quien me ha herido: si es de casta de guerreros, de sacerdotes, de plebeyos o de siervos; cómo se llama, y cuál es su linaje; si es alto , bajo o mediano…´ ¿Qué duda cabe de que ese moriría antes de que pudiesen contestarle a todas las preguntas? ´Si el mundo es eterno´, ´si el mundo no es eterno…´ Todo eso no son sino opiniones y puntos de vista…”[xxvi]
Ahora es el tiempo de una ética laica, social y ecológica desligada de todo fundamento metafísico. “Una moralidad abierta más que una religión. Una supra-ética autónoma que no se basta del todo a sí misma para justificar sus máximos pero que tampoco quiere fundarse dogmáticamente en un relato mítico tenido como explicación última. Eso nos parece venir después de las religiones”. [xxvii]
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Fuentes citadas
[i] https://news.un.org/es/story/2019/05/1455261
[ii] Reconocemos que la expresión “religiones globales”, ciertamente expresa una limitación mientras no contemple la gran diversidad de tradiciones religiosas, creencias, rituales, etc. que aun se expresan en la humanidad. Con frecuencia, la referencia a “religiones globales” descarta las manifestaciones religiosas étnicas e indígenas, que sin tener un influencia global, todavía forman parte de esta dimensión de la humanidad. Haciendo esta salvedad, decimos aquí que por razones temáticas al respecto de crisis global, nos delimitaremos a tradiciones religiosas que agrupan mayores cantidades de personas alrededor del mundo.
[iii] Panikkar, Raimon: La intuición cosmoteándrica. Las tres dimensiones de la realidad (Editorial Trotta: Madrid 1999).”El principio cosmoteándrico podría formularse diciendo que lo divino, lo humano y lo terreno son tres dimensiones irreductibles que constituyen lo real, es decir, cualquier realidad en la medida en que es real” (p.81).
[iv] Buber, Martin: Werke (Munich-Heidelberg, 1962) Vol. I, 509s.
[v] Panikkar, Raimon: Paz y desarme cultural (Sal Terrae: España 1993) pp. 115-116
[vi] Religions for Peace; Parlamento de las Religiones; Faith for Nature; GreenFaith, Carta de la Tierra (UNESCO), Programa de Diálogo Inter-Religioso (UNESCO), entre otras e innúmeras organizaciones al interior de cada religión o tradición espiritual.
[vii] Dalai Lama y Frank Alt: El arte de vivir éticamente: La ética es más importante que la religión (Editorial Paidós: España 2019)
[viii] Panikkar, R: Op cit, 59-60
[ix] https://elpais.com/internacional/2020-10-29/al-menos-tres-muertos-en-un-ataque-con-cuchillo-en-una-iglesia-en-niza.html
[x] Dalai Lama y Frank Alt: El arte de… (Prefacio)
[xi] Ver como ejemplos a Faith for Future – Faith for Earth Coalition y Coalición de Religiones, Creencias y Espiritualidades en Diálogo con Sociedad Civil.
[xii] “The potential benefits of structurally and systematically involving FBOs and religious actors in working for the SDG is considerable. Spiritual values drive more than 80% of the people living on earth, giving faith leadership perhaps unparalleled capacity to influence individual behaviors. FBOs are close to their communities which see them as being trustworthy with a high level of credibility. This combined with the local networks and dynamism of FBOs enables them to generate action and achieve results in the communities where they operate. Globally, FBOs manage 50% of schools, run more media channels than the whole of the European Union and are considered the fourth largest group of investors worldwide. Some individual faith-based aid agencies have country programs with larger budgets than the government ministries to which they relate”. https://faithfornature.org/why-faith/
[xiii] Panikkar, R: La intuición… p.60
[xiv] Wilber, Ken: Espiritualidade Integral. Uma nova função para a religião neste início de milênio (Editora Aleph. São Paulo 2006)
[xv] Llama la atención que así como en el tsunami en el Pacífico Sur (2004) tampoco ahora durante la pandemia viral, han surgido potentes alegatos contra el todopoderoso y misericordioso Dios. Al parecer, las protestas contra los dioses ya no nos atraen y nos resultan ridículas ante el real sufrimiento absurdo y pérdidas de cientos de miles de vidas humanas.
[xvi] Villamayor, S. y Vigil, José M. (Coord): Después de las religiones. Una nueva época para la espiritualidad humana (Nuevo Tiempo Axial, Madrid 2020)
[xvii] Panikkar, R: La intuición… p.62
[xviii] Villamayor, S. y Vigil, José M. Op cit, 201
[xix] Aquí las clásicas palabras de Lynn White Jr. “Nuestra ciencia y nuestra tecnología han surgido de las actitudes cristianas de la relación de hombre con la naturaleza, que son casi universalmente mantenidas no sólo por cristianos y neocristianos, sino también por aquellos que inocentemente se consideran postcristianos. A pesar de Copérnico, todo el cosmos gira en torno de nuestro pequeño globo. A pesar de Darwin, no somos, en nuestro corazón, parte del proceso natural. Somos superiores a la naturaleza, la desdeñamos, queremos utilizarla hasta para nuestros caprichos más insignificantes”. The Historical Roots of our
Ecological Crisis, citado en I.G.Barbour: Western Man and Environmental Ethics (Addison-Wesley Publishing Co. Massachusetts, 1973)
[xx] Aunque todavía con cierta envoltura religiosa cristiana, el libro colectivo titulado “Después de las religiones. Una nueva época para la espiritualidad humana” (Nuevo Tiempo Axial, Madrid 2020) y la elaboración del paradigma posreligional, es un significativo avance. Queda por verse si podrá este grupo pionero de teólogos y teólogas, superar el sesgo creyente que aún mantienen y la preocupación por “salvar el cristianismo”.
[xxi] Villamayor, S. y Vigil, José M. Op cit, 215, 219-220
[xxii] Vigil, José M. “De todas formas, distinguimos entre lo religioso y lo religional… un eologismo para ayudar a expresarnos. Es todo cuestión de lenguaje, de palabras, y por tanto, convencional, pero preferimos usar la expresión no de que vamos a un mundo pos-religioso, sino pos-religional, en el que seguiremos siendo «profundamente religiosos», como lo somos ahora, pero sin esos aditamentos históricos de los mitos, las teologías, los dogmas, los intereses eclesiásticos autoentronizados en mediaciones necesarias para una espiritualidad cautiva… Seremos «profundamente religiosos», o religiosos en la «profundidad» (Tillich, ultimate concern, profundidad, el coraje de existir…), pero sin todo ese bagaje religional que se ha ido creando a lo largo de una historia…”(Comunicación personal mediante email. Noviembre 5, 2020).
[xxiii] Siegel, Daniel J. Cerebro y mindfulness. La reflexión y la atención plena para cultivar el bienestar (Paidos: Barcelona, 2010) pp. 301-302. Ver también de Daniel Goleman “Inteligencia social. La nueva ciencia para mejorar las relaciones humanas” (Editorial Planeta: México, 2006)
[xxiv] Gutiérrez, Gustavo: Beber de su propio pozo. El itinerario espiritual de un pueblo (Ediciones Sígueme: Salamanca, 2007) 8ª. edición
[xxv] The Green Faith New Deal (GND); Religions For Peace (R4P); The Yale Forum on Religion and Ecology (YFRE); Interfaith Climate Change Statement to World Leaders.
[xxvi] Calle, Ramiro: Aforismos de Buda. La enseñanza budista para el mundo de hoy (EDAF: España, 2004) 3ª. edición, pp.123-124
[xxvii] Villamayor, S. y Vigil, José M. Op cit, 14-15 (Prólogo)